sábado, 24 de julio de 2010

VIII. Del libre albedrío.





Del diario de Carmen:


Demasiado cansada para escribir, demasiado tarde para pensar, demasiado joven para llorar demasiado vieja para reír, para llorar, para lamentarme. Encerrada en la encrucijada de una cuenta atrás, perdida entre dos edades, no sé quién soy, ni me importa, se quién eres tú y por hoy eso tal vez es suficiente, o al menos lo que hay, lo que puedo decir.


Ella miró al horizonte desorientada dilucidando dónde ir, hoy me pesa más el corazón que la mochila, el silencio, mordido por el crujido de las hojas le restalla en los oídos, no quiere mirar atrás no quiso olvidar, anoche no pudo dormir. Ella buscó en sus recuerdos desconsolada un motivo por el que seguir, hoy es más duro mirar hacia delante que hacia atrás, allí todo está dicho, aunque fuere en abril, anoche, ella no pudo dormir. Titubeó, una y mil veces sobre qué camino reescribir, hoy no se extraña del presente, el futuro es incierto, el pasado tortuoso, no tomó decisiones, ellas la tomaron sin permiso, anoche no pudo dormir.


A quien culpar o qué esperar, cuando no sabes qué pensar del pasado o que esperar del futuro, cuando pensar que todo es un gran error duele demasiado, cuando ves que eres vieja y que nada tuvo sentido, que estás sola y olvidada, que ya nadie llorará por ti, que en realidad nunca nadie lo habría hecho, y que de no ser así esos pocos seres ya se cansaron de hacerlo, camino con las mejillas hundidas en la bufanda y el corazón perdido en un sinrazón, el viento sopla en mi contra, en mi viaje con destino a ninguna parte, intento tan solo escapar del punto de no retorno y avanzar.


No sé quién soy, ni me importa, creo saber quién eres tú, y eso por hoy es suficiente.


Dime que miras desde el otro lado del camino, dime que a veces miras atrás, dime que a veces no entiendes el mundo, dime que a veces quisieras quererme, dime que a veces quisieras olvidarme y aun así no puedes evitar recordar el pasado, aquel lejano y precioso pasado, y dime sobre todo dime que a veces me odias y que otras tan solo quisieras poder odiarme, poder olvidarme.



-¿Me quisiste algún día?


-¿Qué es querer? Tú me dabas sexo y me dejabas llamarte puta barata en la cama, eso es quererte, a mi modo, no querías mi respeto, no lo merecías, solo querías mi aprecio.


-No quería tu respeto, lo necesitaba, lo necesitaba, porque nunca había tenido el de nadie, y tú te aprovechaste de la falta que me hacías, de lo mucho que te quería y de lo mucho que te quiero después de todo, del daño que me haces, y de lo mucho que te dejo.


-Carmen, sabes que te quiero, que te he querido cada día, y tú nunca has sabido apreciar ese amor que yo te brindo, solo has querido más y más, has chupado de mi, sin dar nada…solo pidiendo, es más importante querer que, que te quieran.


-Exacto, pero estoy harta de quererte, de solo querer yo, de tus cambios de humor, ahora Sofía se ha ido, y sin ella no puedo con esto, ella me recuerda lo que fui, me recuerda que lo tuve todo, que podría seguir teniendo, su ausencia solo me recuerda lo que ya nunca volveré a ser, lo que tal vez no haya sido nunca, me recuerda que debo odiarte, y no puedo hacerlo, y duele y lo peor de todo es que me recuerda el por qué, me recuerda que también tu puedes quitármelo todo, que ya lo has hecho y que no te importa, que no pareces ser consciente de ello, que en realidad nunca te he importado, y ella tampoco…


-No tienes vergüenza- le escupió en la cara- Sofía se ha ido por tu culpa, por tu pusilanimidad, por tus exigencias, por tu narcisismo, por no serte nunca suficiente, por decírselo a ella, por no esconderle tu tristeza ¿quién querría vivir esta miseria, esta podredumbre? Esa que destilas por cada poro, que infecta esta casa, que infecta tu aura. ¿Quién soporta ese olor nauseabundo que desprendes? Solo lo hago yo y lo hago porque te quiero, ella lo hizo por daño mientras no tenía otro remedio.


Tal vez a ti no te quiera, pero a ella nunca le puse la mano encima, ¡Era sangre de mi sangre! ¿O es que te extraña que la quiera porque no lo era? ¿Me engañas?- Grita ahogado por el llanto.


-¡¡No!! Román, nunca te he engañado y lo sabes, nunca he estado con otro hombre, ni antes ni después, y créeme que me arrepiento, ¡tanto amor tirado a tus pies, y no eres capaz de agacharte a recogerlo!


-¡Puta! ¿Cómo te atreves? ¿Quieres estar con otro hombre? Pues hazlo, acuéstate con todos, pero tráeme el dinero a casa, ¿crees que me importa? No me importa nada, porque eres una mierda, y puedes hacer lo que te plazca, es más nunca me ha importado, pero no sé quién iba a quererte vieja y arrugada como estás, miserable…



(…)



-Debo salir, salir, de esta casa infestada de cadáveres…-murmura nervioso.



Él se retorcía las manos de manera descontrolada, era algo que llevaba haciendo compulsivamente durante muchos años, quizás era porque aún le impresionaba demasiado ver como la piel se arrugaba por los estragos de la edad en el nervioso movimiento y las uñas aparecían descoloridas y quebradizas, se movía de un lado a otro de la habitación mirando alternativamente en todas direcciones como un animal enjaulado que espera un ataque, no podía pensar con claridad, no podía si quiera llorar, no tenía derecho a lamentarse por su dolor porque él era el único culpable y merecía sufrir sin siquiera tener el consuelo del llanto, si es que esto era un consuelo y no un castigo, tenía miedo a cerrar los ojos desearía poder soñar, desearía poder tener al menos una pesadilla, pero se sentía vacío, sentía como si estuviera muerto, como si se le hubiera llevado, no veía más que oscuridad y miseria, era un monstruo, quizás los animales menores no sueñen, como las ratas, quizás por eso no soñaba, estaba claro: era una rata, era una rata enjaulada o era incluso peor que una rata que acostumbra a comerse a sus crías porque lo hace como parte de su condición, pero él, él no, él debía haber sido una buena persona unos años más, ni siquiera muchos más debido a la edad que tenía, a lo mejor habrían bastado unos meses más, pero ¿y si no había sido nunca bueno?¿y si ese había sido desde siempre su fin último? A lo mejor había sido una rata toda su vida pero nunca había sido capaz de admitírselo, a lo mejor no era tan malo. Sí, eso era, no podía ser tan malo, él nunca podría haber hecho algo así, así que no era malo, o no había sido él el verdadero hostigador, tal vez fuera tan solo eso, el simple hostigador, marioneta de su maldad, estaba claro tenía que haberlo imaginado, o de no ser así tenía que ser sin ninguna duda porque el acto no era malo en sí mismo, quizás en su caso no lo era, porque no era premeditado o a lo mejor estaba justificado en casos como el suyo al no ser más que el ejecutor, de cualquier modo si para la sociedad no lo estuviera ¿qué importaba?¿quién decidía lo que estaba bien y lo que estaba mal? Y ¿quién decide lo que importa?



“Todas las personas están divididas en cierto modo en ordinarias y extraordinarias. Las ordinarias deben vivir en la obediencia y no tienen derecho a trasgredir la ley, porque ya ven ustedes, son ordinarias. Pero las extraordinarias si tienen el derecho de cometer todo género de delitos y trasgresiones de la ley, sólo por el hecho de ser extraordinarias.”



¿Y si no era más que un acto connatural al hombre? Otro como crecer o respirar, o a lo mejor no tanto, quizás era como hacer el amor, si eso era, estaba claro era como hacer el amor, hay hombres que nunca llegan a hacerlo pero quizás no son hombres completos, no han madurado, no han dado ese último paso que les hace íntegros, les falta esa experiencia de la vida, él era ya viejo y cómo habría hecho cualquiera había aprovechado su última oportunidad, pero ahora que sabía qué tipo de acto era se preguntaba ¿estaba preparado? Quizás lo hizo tan rápido y no lo disfrutó lo suficiente o a lo mejor ella no era la adecuada.


Evocó con lágrimas en los ojos lo que sintió al yacer por primera vez con una mujer, no era exactamente lo mismo, pero el corazón se le aceleró de igual forma, en el momento justo no sintió dolor ni arrepentimiento, sólo adrenalina, sólo la sensación de ser Dios por un instante, de no controlar su cuerpo, sus actos, eso le salvaba de ser una rata, ahora podía sentirse mal y quizás podría llorar y estirarse de los cabellos plateados pasado un tiempo, si seguía sintiendo esa necesidad, no era una rata, porque le dolía, era un hombre bueno que había acabado su fin último en la vida.



“-Bueno, ¿Y los que son verdaderamente geniales?, Esos que tienen el derecho de matar. ¿Esos no deben de sufrir en absoluto, ni siquiera por la sangre derramada?-¿A qué viene la palabra deben? Aquí no hay ni derecho ni prohibición. Que sufra si le da lástima de la victima…El sufrimiento y el dolor son siempre obligatorios para una mente amplia y un corazón profundo.”



Ella le había querido de manera insuficiente a lo largo de todo ese tiempo, cierto es que le había cuidado durante su larga enfermedad y le había preparado sopas aguadas, pero también había sido cascarrabias con sus retoños, ella no tenía derecho a gritarle, para ella no era más que un recipiente que la acogió un tiempo , ella tampoco tenía derecho a enfurruñarse conmigo sin ninguna razón, ni con razón siquiera, debería haberme agradecido todo lo que hice por ella, todo el tiempo que le regalé a cambio de su triste amor, ella nunca me valoró como me merecía y yo la vi llorar atemorizada cuando vio mis ojos, pero yo no sentí más que pasión, era un buen hombre y ella lo merecía, nunca nadie lo sabría, aunque quizá acabara él mismo contándolo, qué importaba si al fin y al cabo no era malo, ella era una rata, y él la había matado.



Solo habían sido un par de golpes, como tantos otros, como tantos días, y ahí encontró la paradoja de la vida humana, la sutileza de su existencia, de su pérdida, su fragilidad, lo poco que valía. Ahora ella solo era un cuerpo flácido igual de feo que minutos antes, igual de triste que minutos después, no había nada de mágico, nada especial ni místico en lo que había ocurrido, solo había dejado de moverse, al igual que podía haberlo seguido haciendo, a nadie le importaba, simplemente el corazón había dejado de latir, ¿era acaso algo más? Ella no. Ella no era más que lo que él en ella proyectaba, que lo que él la dejaba ser, esto era solo un paso más, le había dejado ser un poco menos, si es que alguna vez le dejó ser algo, si es que alguna vez ella fue algo, ¿existió ella antes de conocerle? No veía la manera, era demasiado débil, demasiado sumisa, demasiado poco inteligente, si no hubiera sido él lo habría hecho otro, era como debía ser. Es como si hubiese nacido ya muerta, al estar condenada a esta, es como si en realidad nunca hubiera vivido. Ella había sido tan estúpida de reducir su corta vida a él, que nunca la quiso, a su hija, que fue siempre más suya que de ella, y ahora al haber perdido a ambos, al darse cuenta de que nunca los tuvo, había muerto, era natural, ya no podía ser reflejo de nadie, ya no podía existir, no era nadie más para nadie, era su más dura instigadora, su muerte era NATURAL, no era un asesinato. Tal vez al principio lo pareciera, pero ahora no se sentía culpable de nada, y como nada había hecho, nada debía hacer, la arrastró a unos cubos de basura y la dejó allí, como nada era, nadie la vio en días y días.



Ella me quería, o eso aun intento creer cada vez que miro esos ojos vacíos que ya nada quieren contestarme, sin motivo alguno, de un tiempo a esta parte parece que me ha desaparecido de su vida, en un infructuoso intento por borrarme del tiempo, y es que sin ella yo casi ya ni existo, sin que ella me piense no soy más que un recuerdo borrado a escobazos, apartado de su mente sin si quiera querer herirme, ya que para eso es necesaria cierta intencionalidad, y eso es lo que aun más duele; que ni siquiera se viera en el entredicho de tomar esa decisión, de poder sentirse mal con ella misma por haber tenido que tomarla. Tal vez la decisión haya sido la que le ha tomado a ella.


Y sí, yo quizás le hice daño un día, pero ella necesitaba tanto ese dulce engaño, ese dolor intenso, ese sutil ahogamiento que pedía a silenciosos gritos en los que se desgarraba la garganta, y a los que yo siempre acudía, siempre que me necesitó ahí estuve, dispuesta, entregada y sumisa haciéndole derramar lo mejor de ella misma, que caliente y ligero corría a extinguirse, tal vez de tanto hacerlo quedo vacío y ya por ello nada de ella quede. Tal vez ninguna decisión ha tenido que ser tomada, porque nunca hubo nada entre nosotros, y ahora que yo he caído en la cuenta me cuesta más que olvidarla, encontrar mi propia existencia, mi propio lugar ahora que he quedado relegada a ese pequeño espacio de su mente, donde ya nunca nadie entra a ver si allí aun me encuentro, o si he huido en un desesperado intento de recuperar mi dignidad.



Y así le busco cada vez que miro a esos ojos inmóviles, desde atrás, dubitativa y temerosa cada vez de si los encontraré en el mismo estado, o de si esta vez será demasiado tarde, para ese hambre voraz que nos acecha y me pregunto ¿por qué ya en mí no piensa?, ¿por qué ya no me saca a pasear en las tardes de invierno como hacía antaño?, incluso cuando sé que hace frío, aun cuando fuera el viento sopla, y dentro hay tormenta allí sigo olvidada.
Y no sé por qué aquí aun sigo, cuando todos ya se han ido, y tal vez por ello me encuentro tan sola, y su alma incólume ya no se estremece a mi paso, como si nunca lo hubiera hecho, y es difícil recordar que alguna vez fue diferente, que alguna vez me pensó, o me llamó en vano para evitar la culpa, tal vez hoy no sea más que un reflejo de lo que otros sienten aun por ella y por ello aquí aun me cristalizo, aquí donde en realidad siempre estuve, y donde nunca más podré estar, hay quien dice, que tengo el don de la ubicuidad, vayan olvidándose, porque sin ella, sin vosotros, si es que así es en realidad el caso, yo me muero, para hacerle compañía, para que no esté tan sola, ni tan gris, extraña compañera buscaron sus allegados para tamaña situación, pero eso no me toca a mi juzgarlo.


Hoy solo tengo miedo de apagarme por completo, de que ya nadie de ella se acuerde, de que yo me extinga como todos lo hicieron, de dejar de oír el eco del llanto, dolorosamente finito. Y por ello en él me recreo aunque su alma siga incólume a pesar de mis esfuerzos, y con él juego, y con sus lágrimas respiro, sin que el agua inunde los pulmones que nunca tuve, y cada exhalación me recuerda lo que no soy, y lo que nunca fui, lo que nunca pude haber sido…
Y es que no soy más que esa vieja miseria de la que todos huyen, esa de la que todos tratan de esconderse, y a la que claman cuando todo va mal, para maltratarla sin temor al daño, al engaño, tal vez no sea más que su propia convicción, esa que necesitan para creerse superiores, para creerse humanos, y la que exprimen para su propia vanagloria. Y es que no soy más que ese tabú del que todos huyen, ese que nadie quiere reconocer cuando lo siente y del que se jactan cuando me he ido, ese al que nadie agradece el consuelo prestado, ese que nunca se había atrevido a reclamar atención, a sabiendas de la maldición que sobre él recae, desde siempre, desde nunca, y es que soy esa palabra maldita, que ahora quedo atrapada en este cuerpo sin vida, este cuerpo que se fue sin de mi despedirse, sin decirme adiós, ni agradecerme mi presencia, me vapuleó y aquí me dejó encerrada en este rincón, posiblemente como único reflejo viviente de lo que fue.



Y así miro y miro ansiosa a sus ojos desde atrás, desde dentro, esperando que aun no hayan sido pasto de los gusanos, y hoy soy yo la que llora, tal vez ella murió por llorar demasiado, por usarme demasiado y de tanto llorar se quedó vacía,” las lágrimas, son trozos de alma suicida que precipitan al olvido”, y cuando ellas van, yo quedo, y tras él por completo vaciarse, son los otros lo que me exprimen en su causa, tratando de conservar para siempre lo único que de ella pueden, lo único que seguirá siendo real por más tiempo, pase lo que pase, venga lo que venga, obligándome a maltratarme a mí misma, y a gritar por lo que ya no queda, y a lamentarme por lo único que aun hay, eso de lo que más les cuesta desprenderse, eso a lo que nunca conceden el descanso eterno, por miedo a olvidar, a dejar de ser humanos, a perder esa convicción, esa palabra maldita, esa que es mi esencia y mi nombre: Tristeza.



Oph**




(Cada 3 ó 4 días intentaré publicar un nuevo capítulo de la historia, repetiré esta información al final de cada capítulo, que os remitirá aquí, para que leáis desde el principio y no fragmentos inconexos, de cualquier modo, leer un solo capítulo resulta en la mayor parte de los casos bastante sencillo y no suele imposibilitar la comprensión del fragmento, espero que os guste.)





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