domingo, 15 de noviembre de 2015

Instrucciones para tomar crema. (Por fin otoño).

Solo puede hacerse crema en la mañana, solo por la mañana hay sol.

Sol para recogerte madurada, para abrirte canal, hasta sacarte todas las pepitas.

Retirarte las hebras, una a una y guardarme tus pipas.

Para secarlas al sol. Al sol de tus mañanas.  

No maduran las pepitas, pero se secan, como los miedos,

Y entonces me los como, como a los soles y a sus manchas.

Mirarme las manos, los dedos coloreados de ti, porque a mi sol no me queda. Y tampoco me queda tu piel, me queda una línea fría de teléfono electrónico, sin cable que nos de la ilusión de seguirlo hasta el otro lado, pero me quedas tú, en mis manos teñidas de mañanas y de promesas.

Triturar por último todo eso que nos sobra, y alimentarnos con eso que nos quede. Hasta hacernos compañeras, hasta olvidar que alguna vez estuvimos solas.

Consumir, fría o caliente. Sola y acompañada, contigo si estás, y sin ti si me faltas.

Hasta volver a salirnos juntas a secar al sol si es que hay lágrimas, hasta volver a entrarnos a mojar en té.


Echando de menos tus rutinas, tu sol y tus pepitas. 

Oph. 

martes, 3 de noviembre de 2015

El cambio



Fue el primer otoño rojo, tan largo como tardío. 
El primero en todas sus historias.

Otoño de un octubre tan largo como una tarde en la que el amor crece y se expande.
Tan rojo como los amaneceres que habían pasado a mejores vidas, 
y como las manzanas que se pudrían en los rincones.

Era tiempo de cambio y las hojas mudaban y caían, 
casi todo al mismo tiempo.
Todo para recordarle lo mucho que se parecían el cambio y la muerte,
Lo lejos que estaba el cambio del crecimiento
y la esencial diferencia entre crecer y aprender.

Como en una broma bienintencionada las calles se llenaba de máscaras
y el piso de tiempo incrustado 
y de pensamientos amarillos y lanceolados que la llevaban a casa.
Igual que los cansancios 
y las esperanzas naranjas y pinnadas, 
que no caían 
y que no se quedaban.

Y entonces esperó al silencio de sus latidos, 
solo para ver si aún tenía miedo, 
y por un momento comprendió la luz y aprendió las sombras.

Hubiera necesitado todo el pegamento del mundo para dejar las cosas tal como estaban.

Oph.

Así que bajó y rompió todos sus versos.