viernes, 31 de diciembre de 2010

Con una esquina rota.


Y tal vez, nadie se plantee uno de los mayores milagros hoy, simplemente porque tal vez ni siquiera haga falta hacerlo; una vez leí, que a alguien le gustaban todas las estaciones por igual, y que todas eran perfectas, en la medida que acababan antes de que sus maravillas acabaran de cansarte, y por ello un nieto ingenuo preguntó asombrado en primavera: “¿No me habías dicho que tu estación favorita era el invierno?” a lo que el abuelo contestó que aquello solo ocurría en invierno.

Pero de todos es sabido, que existe una estación más poética y etérea que ninguna otra, esa que tal vez tuviera una esquina rota, cuando un Uruguasho perdió la libertad, y esta con alma de mujer, esa que no aspira más que a ser descubierta irradiante de luz por un hombre, como ya dijo Carmen, diciéndolo todo en nadan y esta entonces, no puede más que fragmentarse, suave y linda por, a lo que de otros, supone es sufrimiento. Y lo que al fin y al cabo todos sabemos que mueve el mundo, el de todos, pero impulsa el suyo deslumbrando el de los demás, con un deslumbramiento que paradójicamente es capaz de ensombrecer y oscurecer nuestro mundo, a la vez que cobra sentido por querer emularlo. Y es que es ese mundo de la estética, el que es capaz de obnubilar nuestro pensamiento perdiéndonos en cadenciosas fragancias, e impeliéndonos a quedarnos en cada una de las páginas desvencijadas que ya quisieran oler a whiskey, como alas de esa estación que todos reconocemos: mayor y más dura que el resto, en su infinita fragilidad de la amapola tronchada, de purpúrea granada abierta, todo depende del poeta escogido, pero siempre de flores y camelias, que suave y delicada vence el más frío invierno, esa estación con cadencia y olor de mujer.

Y aun siendo esta estación, la más femenina y linda, lo es tan solo de nombre, de pensamiento como se diría, lo es tan solo de ideal, ya que al fin y al cabo, no gusta a nadie, más allá de que sea la que más deba gustarnos, y de su gran valor, ya que todos sabemos que es mudable, produce enfermedad, y además aumenta el índice de suicidios y crisis que ninguna otra, tal vez por el temor de cualquiera de las demás a aumentar su miseria. Como otra de aquellas muchas cosas que nos han dicho debe gustarnos, por su valía y belleza, otra de esas cosas incómodas e insostenibles, como la primavera, la mujer o el amor, extraño es que esta última no tenga también su feminidad, tal vez sea por haber querido hacerlo neutro en los albores, pero todos lo sabemos, que no escapa a la infecta cadencia, y… si de esto puede deducirse que no lo hiciera y que no es una de aquellas cosas que adoramos por obligación aprendida, tal vez significaría mucho para mí tal vez no significara nada, en la medida de que por una vez no me estaría mintiendo, con la necesidad que ello conlleva de mentir a todo el mundo.

Y tal vez, todo esto, además de parecer femenino tenga otro de esos toques que me gustan hasta odiarlos, el del elitismo, estético hasta la médula y hasta el tuétano, como todas las palabras que más me gustan, como todas las flores que más venero y las cosas que más admiro, parecen florecer más aun cuanto a menos gente son accesibles, tal vez sea esta la única manera que tengamos de parecer un poco más diferentes de la masa, excesivamente aprehendida, por eso tal vez aciertes, cuando dices que soy femenina, ya que eso escapa a muchas, y prometo que sonrío y miro indiferente de su significado; pero eso no quita que me remueva cuando se reconoce, y es que una de las cosas más temidas es dejar de ser uno más de los incontables nadies, por nadie recordado. Y la mejor manera, tal vez sea la de ser lo más diferente posible, como un Lebowski venido a menos, perdido en un elitismo que quisiera rozar pero le viene grande en todos los sentidos y araña, desgasta y desvencija, haciendo que este pierda su sentido, no solo para él, sino para todos; y por ello lee escritores hispanoamericano que escriben dulce y trata de emulas a Magas cualquieras, y se pone nombres de locas diosas de las flores con más valor del que tendrá ella nunca, tratando de parecer más bohemia de lo que sabe nunca conseguirá, y esforzándose por valorar la estética que a veces parece dar sentido a su vida, escribiendo cosas sin sentido que ni siquiera le complacen, a altas horas de la noche, y que ya no sabe ni como se escriben, porque se le acabaron las cosas que decir, de simple que era, de tonta que fue, y de repente no sabía más que decir, al ver que todo lo antes propuesto tal vez fuera mentira y no más que burda aproximación a lo que quería llegar a ser y que por ende, todo lo que en adelante escribiera no serían más que metáforas para ella misma, que tal vez nadie más quisiera llegar a entender, para no acabar comprendiendo mentiras disfrazadas de elitismo, que no son otra cosa que metáforas, y es por ello, que “Un buen día comprendió, bajo a la calle y rompió todos sus versos...”

Oph**

viernes, 24 de diciembre de 2010

Seasons of love.


"El sol se precipita sobre el horizonte y ha pasado tanto tiempo que se ha vuelto a poner”

Y la respiración suave y distraída empaña la ventana del autobús por la que se fuga aquella imagen que mi retina aun no pudo cristalizar, y las rodillas se amoratan de la presión contra el asiento de en frente, pero no importa, porque de entre la neblina externa tal vez puedan colarse rayos de sol, si mantengo esta postura el tiempo suficiente para que amanezca, y las canciones se suceden a mis oídos, sin que a mí me suceda nada, y es que de un tiempo a esta parte, la música solo parece tal, si la cantas tú.
Y no sé hasta qué punto es relevante, o incluso inteligente, pero yo quiero saber algo más, al menos de mí, por si me voy pronto, para que al menos cuando me vaya, tras sincerarme y llorar, y es cierto, tal vez hacerte daño, tengas algo más que decirme que “que descanses”, y es que si yo soy mutable, tus sentimientos a veces parecen elevar esa mutabilidad al infinito, y es que la vida es triste si trato de medirla por un baremo que no conozco, ese que muchos quisieron llamar “amor”, como tu bien dijiste; porque es entonces, cuando mi mutabilidad más puede tornarla y trastocarla, como si de una pluma empujada por el viento se tratara y así eternamente juega y vibra en el aire cálido como si de una bolsa americana y eternamente bella fuera, suspendida de entre el suspiro de tus labios, de esos que empañas cristalinos, y vapuleada una y otra vez, sube y baja y se trastoca con tu respiración incólume, haciendo cabriolas a tu disposición, servil y sometida como esa mujer sumisa de la que ya los sabios hablaron, no atreviéndose más que a dedicarle un relato corto.

Y sé que no es más, pero sí menos, al ser yo la que lo siente y no cualquier otro, y es por ello que si como del “efecto mariposa” se tratara, por el simple aleteo de esta pluma, de un baremo mal escogido, pude ver, como tal vez todo se derrumbaba, quedando yo aprisionada dentro, sin ruido ni estruendo, ya que los castillos en el aire no caen contra el suelo, y como los de naipes, su frufrú también es de alas. Y es que me empeñé tanto en demostrarme que no existía el amar, que si hoy vienes tú y me lo haces dudar todo se me derrumba y difícilmente puedo reconstruir esa palabra, “amor”, si no es al menos con tu ayuda, sin tu ofensa en el mejor de los casos


Los dedos aletean asquerosamente y con fruición contra el teclado, emulando el batir de alas de las polillas que es capaz de enfermarme y aun así sigo emulándolo y preocupándome cuando parece que tal vaya a dejar de hacerlo impelida, tal vez, por el pánico y la pena de no poder alcanzar nunca con lo que otros superaron la ambrosía.

Y no es tan grande y ni tan honda la empatía de la muerte, cuando de ella no sabemos lo que deriva y por ello solo nos apenamos porque sabemos que a nosotros nos tocará algún día, por si nos vamos pronto, ya saben, no sufren más que por ustedes mismos, como en realidad hacen siempre, y es que eso es exactamente la empatía, eso que a todos nos encanta y parece buena y pura en su esencia, cuando no es nada más allá que el egoísmo más descarado, ese al que no le importa saber que por sí mismo sufre, porque el dolor no se infringe sobre su persona.
Y sí, se acerca el fin de año, inexorable, y se acerca por ende la Navidad, esa que todos decimos odiar y con la que a todos se nos ilumina la mirada al ver un escaparate lleno de dulces adornos, esa mirada que se nos apaga al ver un niño enfadado porque falta alguno de sus múltiples regalos en la noche de reyes. Para que este año sí que sea un año más, lo que es por otra parte un año menos en una cuenta atrás que no sé cuándo acabará que espero que no lo haga nunca, como si se tratara de una tendencia a infinito.

Un año teñido por el sabor del claroscuro y las luces del agridulce paso del tiempo. Y sin embargo, este parece haber sido más largo que ningún otro y más corto que todos los demás todo depende una vez más, para siempre y para todo del baremo que vayamos a usar para su medición y de cuán inexacto y subjetivo vaya a ser esta vez, y es que un año más es siempre, a mal que nos pese, un año menos, y me alegro de que en cierto modo este haya tenido cosas que ningún otro pueda, si quiera, querer emular, como cualquier año, cierto es, como cualquier día y segundo de nuestra vida, pero es que nos gusta dar importancia a cosas que en absoluto la tienen, y es que de algo hay que vivir, que es nuestra gran miseria, y entre ellas estás tú y ya no parece tanta la miseria, que el tiempo no es nada mucho más allá de lo que nosotros queremos que sea y de la sensación que de este tenemos a cada instante, yo este año me siento más vieja de lo que me haya sentido nunca, lo que es lógico y congruente con una biografía cronológica como la que me ha tocado vivir, pero esta vez, sin embargo, el sentido es más amplio, soy más yo y menos lo que quisiera ser, más madura, y es que sé que se trata de tan solo un día más, un día menos, pero ya que soy yo la que decide las mediciones de este nuestro tiempo soy más vieja que ninguna otra vez y sin embargo, al ser menos, no más, me aprovecha si no más y no menos en la terrible paradoja que tú eres, y es que por ello, tal vez sea por lo que me confundas tanto, y sí, tal vez necesite una certeza que aun no tengo para algunas cosas, pero por hoy va a ser suficiente, si para ti lo sigue siendo, si tú pareces no estar tan perdido como yo, y no puedo si quiera imaginar cómo llegaste a no estarlo y de qué se deriva más allá que de estaciones de amor.

No todas las noches son para ser recordadas, pero en las noches para olvidar, siempre hay cosas que recordar.

Oph**

martes, 14 de diciembre de 2010

De tanto hablar de versos.

http://www.megustascuandocallas.com/

Colaboración en el blog: "Me gustas cuando callas".

Oph**