sábado, 23 de abril de 2016

Raíces: volver.

Tener siempre pareció mejor que no tener, hasta que tuvimos que,
entonces quemamos las raíces para que no sangraran
atamos y rematamos para que no doliera
puntada tras puntada.
Hasta matar todos los nervios,
hasta suturar
todas las venas

Hasta quedarse
sólo en la tierra tirada,
sin conexión alguna
sin barro en los pies
sin agua bajo las uñas
Solo en la tierra tirada,
con temor a que no haya ya raíz alguna
a encontrarse arrancada,
a encontrarse muerta. 

martes, 19 de abril de 2016

Tiemp-Ó




Tiempo que en metamorfosis escapa de la forma humana 
y divertido en la confusión 
abre la puerta y parece expandirse, 
la entorna pero no se guarda.
Y se volatiliza en el espacio más cargado,
de cien vejeces inventadas,
y se cristaliza en el etéreo,
de siete infancias imaginadas.

Tiempo que nunca fue la solución
pero que se cree compartido.
Que se cree, a un tiempo, presente y significante,
pero que ensamblamos hace tan pocas horas
que su engranaje aún chirría
que aún acecha la vida,
que aún corteja la muerte.

Tiempo mágico que en oleadas
no forma mareas,
pero desorienta.
Palabras casi supersticiosas,
¡maldiciones!
que se escapan por el Tragaluz proyectando las sombras.
Sombras para las que inventamos historias
en parte para llenarlo,
y en afán lo vaciamos.

Tiempo que se extiende en paisajes
tras la ventanilla de un tren pájaro que llega tarde a la estación,
que toda cubierta de unas flores
no brota en esta época,
ni reverdece de este lado,
que no tiene astros, ni cielos. 
Pero llega tarde entonces,
y las sombras se alargan antes del atardecer
y se acaban las historias inventadas,
y resurgen las infancias sin sus magias
¡maldiciones!
en las que solo hay tú
y ya no hay tiempo. 



Cerezos.



Cantan:
hasta las hojas muertas susurran de tanta vida que esconden,
son las ardillas impacientes entre la epidermis Madre,
no dispuestas a esperar más a la primavera.
Hasta la marmota araña el rastrojo,
ruidosa, reseco, roñoso
que ya se sabe fuera de estación
y busca flores en que hundir el hocico
y lenguas que relaman los polénes
y ojos brillen la esencia,
forsythias.

Baila:
toda la naturaleza en compás atareada no guarda silencio
en tiempo,
ni un segundo,
ni para contemplar las flores.
Es más bien Madre que canta
por si pueden,
por si quieren,
bailar, mecidas de viento y de sol,
magnolias.

Despierta:
Que es una nana renaciente,
que hasta el aleteo se entona con los vientos en viajes
de pájaros de paso que vuelven al hogar nómada,
de insectos y bichejos
que zumban de sol en sol.
De animales que recién primaveran
para tostarse las pieles
y llenarse las barrigas,
preparados para recordar que el cambio
es también vida, crecimiento y relación,
y que el rojo además de a los otoños sirve

cerezos. 

viernes, 8 de abril de 2016

Extrañar la cama.

Arrancarse la piel
como quien se arranca las sanguijuelas
que trata de proteger pero en realidad solo esconde
que tratan de curar pero en realidad solo hieren.
Descubrirse a solas con la luz rojiza de una lámpara de noche
abrir los ojos en el mismo lugar de la cama
del mismo lado del mundo
sin saberse dónde
sin querer-e-se como.

Extrañar la cama
extrañar dije, que no es echar de menos,
es más bien sentirse extraña.
No encontrar nada al arrancar la sanguijuela
observar la herida
ver verterse la sangre y no doler si quiera.
Levantar la piel para mirarla a trasluz
acá dicen que su color guarda identidad
pero mi dermis se hace toda transparente
dedo acusador que me señalaría si pudiera,
y que gigantesco y sensible, como en mi homúnculo
solo me mancha los papeles.
Y la sanguijuela se retuerce y muere
con toda mi sangre en las tripas,
dejándome a solas con la piel,
envejecida antes de hacerse tiras.

Extrañar el piso,
extrañar, que es no echar a faltar,
que es más bien sentirse alienada.
No de donde se habita, que esa es siempre la piel,
sino de una misma, que esa a veces cambia.
Poco a poco, átomo a átomo
se sabe que desde hace meses no me queda nada de lo que me traje
que me he construido de átomos extraños
de átomos locales,
hecha extranjera.
Suerte que los átomos no acusan,
suerte que los átomos no entienden.

Entendernos entre extraños
a la luz de una lámpara de noche
que atraviesa la piel transparente
hasta la carne rojiza,
que recuerda lo volátil de la identidad,
el daño de la cura,
iluminando todos mis vacíos
que ellos si me señalan y acusan
mientras extraño más que el daño, la cama o el piso
a un yo aún extranjero,

a un parásito que aún dolía. 

martes, 5 de abril de 2016

Las horas contigo.

Veo pasar las horas contigo
arrugadas entre las horas sin ti
incrustadas en las lluvias de un abril,
cubiertas de una zarza en primavera,
arrasadas en el frío y los extraños,
cristalizadas en asfaltos,
agonizantes en mañanas.

Las horas sin ti no saben ensayarse en las horas contigo,
no sé quemarme en ellas los ojos
no sé helarme en ellas las lenguas
ni quiero talarme en estas los dedos
que quiero dejarme crecer también cuando no estás
toda abrupta y salvaje,
estallarme por dentro todo el afuera que me ahoga
y poder tejer tranquila en los recuerdos
cada día
esas horas contigo
y destejer a cada noche,
estas horas sin ti.

Las horas contigo
no quieren parecerse a las horas sin ti
no quieren conocer el tiempo
y solo saben huir de los relojes,
esconderse de manecillas y tictaes
y por no parecerse
no se parecen ni a las horas.

Las horas contigo de parecerse solo se parecen a ti
que abrazas las pieles como si fueran estrellas caidas
como si sobre tu pecho se abrieran soles y universos
y no quisieras atraparlos si no verlos volar
como nos vuelan las horas. 

Y no, yo no me derrumbo a mitad del poema,
solo me consumo
me prendo en cada verso
y aquí no dejo más que mis cenizas,
-que no son poema en que me pueda derrumbar-
mientras me voy a contar las horas
que ya son eones.

que ya no vuelan
aunque sean dragones.