jueves, 22 de julio de 2010

VII. Autómatas: el llanto en llamas.

Sale el sol y en el horizonte se recortan las briznas de césped y azuladas se desdibujan en el suelo mis primeros contornos ya olvidados tras la última de mis tres muertes diarias, momento en el cual, como en una infinita jactancia los demás aprovechan para llenar sus barrigas miserables y prosaicas como mi existencia, aunque no más que la suya, sin acordarse si quiera de rezar un réquiem por la dolorosa muerte de una servidora a quien estiran sin reparar en daños hasta que desaparezco por completo, una vez más.

Les sigo, me alargo y estrecho a su merced, les acompaño mientras me es posible, adopto formas diferentes e inimaginables solo para que al mirar atrás no se encuentren solos, sigo sus pasos y sueño en sus anhelos, crezco con ellos para perderme en el viento con sus cenizas, los niños me juegan, inconscientes de mi dolor y sin llegar a entender muy bien qué es lo que soy, y los adultos más inocentes aún que los niños y cansados de mi compañía me olvidan, demasiado maduros para ir de la mano de nadie me pisan y me miran con la desaprobación fruto de su propia falta de autoestima.

Y así me siento fría y sola, y cuando me sonríen les devuelvo una sonrisa rota, que no llegan ni a imaginar, olvidada por la mayoría, sin poder dar más de mí, porque ya no queda nada: "soy una sombra que vaga por el mundo".

Un nuevo desmayo sin explicación, una nueva tarde sinsabor, nuevas sonrisas vacías, y así seguían Marie y Yago, demasiado mutilados para separarse, demasiado rotos para seguir juntos, demasiado solos para olvidar. Y como autómatas día tras día se levantan y siguen su camino sin poder preguntarse por qué, por miedo a caer, por miedo a no poder levantarse de nuevo tras la respuesta encontrada, tras la nueva incógnita sin resolver, y como autómatas temen que el mecanismo falle al ser forzado, que se desencajen las piezas y todo estalle en mil pedazos, sin posibilidad de hacer nada más de lo que hacen, ni nada menos, tal vez porque a ello estuvieran destinados o tal vez simplemente porque estaban destinados a cualquier otra cosa, y eso es lo único que les queda, y los hilos invisibles parecen sacudir sus cuerpos, sin vida, sin fuerza, sin esperanza, sin amor, esos que simplemente pugnan por sobrevivir. El teléfono suena.

Al otro lado, una respiración, asustada, huidiza:

-¿Marie?

- Sí, ¿Sofía?, estaba preocupada, ¿estás bien?

-Sí, me fui de casa, estoy en Paris, ¿sabes algo de mis padres?

-No, hace al menos una semana que no sé nada de ellos.

-¿Tú cómo estás?

-Bien, estoy con Yago, él me cuida.

-Sí, lo sé, te quiere. ¿Puedes hacerme un favor?

-Claro.

-Necesito que te pases por mi casa y compruebes que todo anda bien, cuando me fui… no sé, ya sabes cómo es Román, tengo miedo.

-Esta tarde tengo que pasarme por el médico, mañana por la mañana iré a ver qué tal está todo bien y te llamo.

-Gracias- Se le quiebra la voz- Lo siento.-Cuelga.

Al otro lado Marie deja el teléfono sobre la manta raída y se recuesta agotada de nuevo, hace frío, es miércoles, gira la cabeza y sus ojos se topan con una de sus cajas, ve su maquillaje, lleva sin usarlo desde…

Se sienta y lo esparce entre el hueco que dejan sus piernas cruzadas, sí, volverá a ser ella. Y se colorea los labios, y se perfila los ojos, y sus mejillas vuelven a brillar rosadas, y el espejo le devuelve la mirada y se siente mejor. Aparta el pelo de su cara con horquillas y se pone pendientes de nuevo, y su cara brilla, por primera vez en mucho tiempo.

Yago llama a la puerta y pasa sin esperar respuesta, huele a perfume, es buena señal, está preciosa y no necesita decírselo porque ella lo lee de sus ojos como si se lo gritara a todo pulmón, solo que más sincero, con menos dudas que si lo dijera, de ser así se vería obligada a desconfiar, a pensar que lo dice por agradarla. Y entonces todo parece ir mejor, todo parece ir bien por unos instantes, esos momentos de felicidad, esos pequeños instantes en los que parece que el mundo gira de nuevo al mismo ritmo que antes, y que parece que ha dejado de intentar dejarte atrás en ese apresurado devenir, mientras te levantas, mientras lo intentas al menos, esa pequeña felicidad, esas pequeñas cosas, pequeñas sonrisas, ese olor a perfume, ese maquillaje bien aplicado, ese sentirse guapa de nuevo, y mirarse al espejo sonriente, confiada.

El aroma de una fragancia fresca libre y luminosa corretea entre los suspiros reprimidos de las almas exhaladas, almas insomnes y retraídas que se asfixian en sus reprimidos suspiros.

La fragancia alegre sonríe jactándose de la dulce asfixia equidistante a corazones jubilosos y hesitantes, ¿por qué sonríe cruel y maquiavélica una fragancia rosa que procede de caricias rosas y de sonrisas dulces?... quizás porque su sangre es negra y su corazón marchito de cansancios y ahogos en podredumbres sulfúricas…

Entonces la pregunta es ¿Sólo se ríe de poder asfixiar en dulces aromas y vengar de forma agridulce y mínimamente satisfactoria los dolores no compartidos? probablemente así sea.

Probablemente la efímera felicidad no sea más que una sutil venganza asfixiante, y por encima de todo probablemente nunca lo sabremos.

Dejen exhalar a sus temblorosas e insomnes almas una vez más antes de ahogarlas de manera irreversible…

Y un mazazo que la evapora, tal vez para siempre, y la emisión es la misma, la inmisión inexistente, una palabra, y los ojos se vuelven a llenar de lágrimas: Cáncer.

Y es que en un suspiro el mundo entero se tambalea y se rompen todos los esquemas, se da paso a la ¿vida? O tal vez a algo nuevo que no sabemos encajar, que amenaza todo lo demás que conocíamos, que creíamos inamovible, constante necesario, se torna de repente contingente, algo nuevo que no queremos aceptar, que no podemos, que tal vez preferiríamos no haber sabido nunca, que nos asusta y que no llegamos a entender, que sabemos que es malo, sin entender el por qué, que lo es simplemente en su esencia, en su existencia, cruel ésta pues, que nos devasta sin previo aviso, tal vez fuera mejor que el mazazo fuera aun más rápido, que no existiera este punto de inflexión, este que se extiende de manera inexacta en el tiempo inconmensurable, tal vez estos vayan a ser los meses más largos de su vida, mientras espera a morirse tras cada latido, cuando debieran ser los más cortos, los más ansiosos y vertiginosos y de nuevo piensa que es demasiado, que no lo soportará, pero eso ya lo pensó antes, ¿es esto acaso mayor que lo anterior? Sería horrible pensarlo… se trata simplemente de un añadido, tal vez, tal vez lo deseó tanto internamente que finalmente llegó, y ahora que está ahí no puede sino llorar.

El médico espera paciente a que se tranquilice un poco, y la mira como quien miraría a una figurita de cristal rota en el suelo tras un manotazo torpe, de un hombre torpe que rompe tantas al día que su ternura acaba por distenderse, un salvador de vidas, de alma que ha acabado por perder su valor, su importancia y lo hace simplemente por costumbre, por obligación. Yago en el asiento de al lado parece ido, muerto, pero no lo está, tal vez esté peor que muerto.

-¿Cuánto me queda de vida?

- Eso no puedo saberlo hasta que no estudiemos el cáncer con mayor detenimiento, e incluso cuando lo hagamos, y descubramos en qué estado se encuentra, no podremos darle una fecha con exactitud, hay mucha gente que lo supera, y lleva una vida normal y feliz el resto de su vida…

Marie rompió a llorar, y su llanto estalló en llamas.

***

-¡Buenos días señora!, ¿Cómo va todo esta mañana?

- Ay hija mía, ya empiezo a sentirme pesada, creo que soy demasiado mayor para tener más hijos, esto es una locura…

Mira hoy quiero que lleves a Enrique al mercado cuando vayas, van a venir aquí unas amigas de Eloísa a merendar y el niño siempre acaba importunándolas, además él parece pasarlo muy bien con usted.

- Yo encantada señora, así me hace compañía durante la compra, antes de nada ¿quiere que vaya a por algo en especial para la merienda o que prepare alguna cosa?

- No hace falta bonita, lo está preparando ella conmigo que le hace mucha ilusión, tú puedes ir a hacer otra cosa.

- Muchas gracias señora.

Así Sofía empezaba a estar preocupada, hacía días que había llamado a Marie y esta había prometido llamarla esa misma tarde tras ocuparse de que sus padres estaban bien, pero nunca había llegado a recibir esa llamada, y empezaba a impacientarse, por un lado, no quería volver a llamarla, porque entendía que ella también debía estar pasándolo mal por todo lo de Elías, y no tenía ninguna necesidad de preocuparse también por sus asuntos, al fin y al cabo ella no era más que la sobrina de su marido muerto. Tal vez eso la dejara en una situación incómoda para ella, y quizás hubiera decidido cortar las relaciones con la familia, porque dolía demasiado, o simplemente, porque no le aportaba nada el seguir vinculada a una familia destrozada, en la que ella ya nada pintaba. No quería llamar a su madre, no quería arriesgarse a que fuera su padre quien cogiera el teléfono, no quería que la voz de su madre la ablandara, y no sabía si podría soportar oírla llorar, tal vez la decisión de irse de casa hubiera sido precipitada, y estuviera terriblemente equivocada en su determinación, pero ya había pasado por el sufrimiento de tomar esa determinación, y ya habría hecho sufrir suficientemente a sus padres, si era equivocada era su decisión y aunque se diera cuenta de que no era correcta y lo supiera al cien por cien, no trataría de volver al estado original de las cosas, porque sabía que ese ya no existiría que no estaría a su alcance por mucho que ella quisiera, y que era demasiado tarde. De un tiempo a esta parte parecía ser demasiado tarde para todo una y otra vez.

Y una vez más, mientras yo estaba perdida en mis pensamientos Enrique vino a mí, y me hizo dejar el teléfono en el tiempo justo, tras solo un timbre, era el fijo de la casa, así que nunca lo reconocerían ni devolverían la llamada.

Hagamos las cosas a la antigua usanza, comencemos desde cero, salga lo que salga, pase lo que pase...

Hay quien una vez dijo que el invierno es el tiempo de meditación, quizás tuviera razón o quizás solo el corazón demasiado frío, la luna llora y llueve, la lluvia queda prendida a nuestra piel fría y dolorosa, nos congela o refresca, inunda o da de beber. El mundo gira demasiado deprisa, la atmósfera ejerce demasiada presión, existen demasiados pocos amigos, no se valora el amor.

“Las lágrimas son trozos de alma suicida que se precipitan al olvido”

Intenté hablar claro, con los ojos rojos, pero la voz también me salió mojada, muchos quisieran haberlo escucharlo, pocos quisieran haberse preocupado... ¿En qué consiste la sinceridad?, en contar y confiar, pero no eres más sincero por contar muchas cosas sino por escuchar más las que se te regalan.

Hace un tiempo escaso la luna lloraba, y a mí me dolían los gritos de su ausencia, la sociedad me manipula, me estira, me aprieta me asfixia y me corrompe, me pretende para ciertas cosas para las que no doy la talla, y me insulta pretendiendo ciertas cosas que me subestiman en alto grado, sin embargo, en una pasada época los eminentes decían que ninguna parte es anterior al todo.

¿No son entonces las personas anteriores a la sociedad?, a lo que la sociedad son cadenas las personas son cuerdas, a lo que la sociedad es metano, las personas son oxígeno, a lo que la sociedad es hielo las personas son agua.

Qué existe más puro que una persona, más bello que un corazón, más profundo que un alma. Permítaseme que sueñe pues con el individuo y olvide al todo, que odie los estereotipos de los que hice gala hace un momento y que me emocione por la gente, que no desconfíe de nadie, que siga viendo oportunidades, que siga encontrando regalos, regalos como Enrique, como Elías, que subsisten en una ciudadela llamada mundo, infestada de ratas.

“Mi corazón, este corazón, única cosa que me enorgullece, única fuente de fuerza, de felicidad y de infortunio. ¡Ah! Lo que yo sé cualquiera lo puede saber; pero mi corazón sólo lo tengo yo.” Ese del que tanto me vanagloriaba y del que hoy me siento muy decepcionada.

Cuando una gota cae y sientes que ya nada tiene sentido, cuando estas asfixiado y desengañado del mundo, regalos, personas, una parte y no el todo es lo que le devuelve el sentido al mundo, tal vez el sentido de mi mundo pudiera ser tan solo él, el pasado y el futuro, Elías, Enrique…

Tal vez el pasado no pueda ayudarlo ya, pero hoy temo el presente cada día, temo que le llegue el día. Tal vez esta decisión o haya sido más que populacho, que lo que de mí se esperaba, y aun no sé si me subestimaba, u ofendía, si soy mejor o incluso peor.

Dulces remolinos de alegres frutas, nubes y algodón, suaves caricias de sueños, sueños de sencillos recuerdos, sonrisas de inocencia, princesas, castillos y sobre todo sueños, sueños, y más sueños.

Solo puedo soñar los recuerdos y recordar que sueño. El tiempo pasa y las certezas desgarran la inocencia, creemos vivir la ficción pasada, pero las nubes nublan, las caricias arañan, los príncipes mienten. Se nos rompió la inocencia de tanto jugar con ella, ahora solo quedan vidrios bajo el agua. No es una sombra, nunca la sombra de un sueño es tenue es luminosa y almizclada, no es la sombra de un recuerdo... ¿Qué quedo tras los arcoíris grises y los carruseles olvidados?... Obligaciones, cadenas al viento, ataduras imposibles, ¿cómo atar lo infinito?, como atar sueños y recuerdos, ¿pero como no hacerlo? Cuando los remolinos te tornan bruscos y nuestro corazón frágil es resfriado con cualquier viento, pero ¡ay! del que intente hacerlo no existe condición humana sin amor ni ilusión ni lágrimas. Las lágrimas proceden de las primeras nubes como lluvia inconclusa cada vez más fría y es que el algodón no es siempre dulce, pero al fin y al cabo un paraíso de lágrimas es siempre más aceptable que un recuerdo dormido.




Oph**




(Cada 3 ó 4 días intentaré publicar un nuevo capítulo de la historia, repetiré esta información al final de cada capítulo, que os remitirá aquí, para que leáis desde el principio y no fragmentos inconexos, de cualquier modo, leer un solo capítulo resulta en la mayor parte de los casos bastante sencillo y no suele imposibilitar la comprensión del fragmento, espero que os guste.)



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