jueves, 19 de marzo de 2015

En noches como esta.

No vino como se le esperaba,
no fue la rápida exhalación brillante y clara de la que le habían hablado.
Vino tan roto en pedacitos que ella misma tuvo que reconstruirle,
a pesar de cortarse el cuerpo con las aristas
de mancharse el alma con las heridas,
Tanto fue así que apenas lo reconoce,
que apenas lo acoge,
lo ve pasar.

Es tan diferente de lo largo tiempo esperado
que disfrutarlo es siempre amargo y ansioso.
Como un niño abandonado y abrazado,
y vuelto a llevar a la escuela a la mañana siguiente,
y vuelto a caer en el barro
y vuelto a besar la rodilla,
y casi sin querer tocado sobre el muslo.

Pero es que ese es el estilo de las vidas,
una bofetada que acaricia,
un beso que araña,
el pan fresco mojado,
un frío que esconde el miedo
si ellas supieran lo insano que es eso en los primates…

Al menos espera continuidad en la inconsistencia
y que desaparezca tan lentamente como vino,
que apenas note la ausencia,
que apenas el dolor,
que a penas la marcha,
en tan pequeñas privaciones que no haya deseo,
en tan pequeños pedazos que nada quede de ella después,
que fuera esta la vida.

Y es que en días como este me tuve entre los brazos,
y en noches me dejé caer,

volar al vacío.

Oph*

domingo, 1 de marzo de 2015

Punto de encuentro

Nunca encontró comunión más pura mancillada, mas nunca encontró comunión después.

Ellas eran sus ojos y solo a su través se podía conocer el mundo. Como única forma de entender eran forma única de expresar. Cualquier otro signo, cualquier otro atisbo de vida era una mentira muy franca, sin intención. No expresaba más que su incomprensión, y no había nada de cierto en ella.

Por ellas era legión, solo ellas comprendían su contradicción sórdida, la construían e incluso en el proceso podían jactarse de belleza, único testimonio de vida al otro lado de ese cuerpo. Único testimonio de la pena ni de la gloria.

“El papel lo aguanta todo”; que dicen, pues sí. Era el único pasaba el brazo, que arrimaba un hombro bajo el peso.

Solo así pasaba de mujer llamada a persona autoproclamada, de criatura conocida y expuesta a ojos ajenos a manifiesto, de visión y juicio a exposición y velo, a mentira.

Y solo de estas mentiras elegidas y gritadas, arrojadas a los pies, escupidas a las caras, solo así pudo conocerse ápice alguno de verdad.

Solo así pudo palparse la verdad sórdida en la convulsión, en el movimiento y el ahogo, en la fatiga, 
en la vergüenza, tras la sonrisa.

Y fue entonces allí mismo, ante la mirada de unos extraños que consumó su amor más carnal, que por primera y vez última habló y ellos la miraron como si comprendieran, pero no.


Y siguieron llamando, mirando y juzgando. Sin golpes, como si nada, uno de ellos no por no tener no tenía ni miedo.

Oph