sábado, 10 de julio de 2010

IV. Bohème.




Del diario de Yago:


Se sentó una vez más frente al piano, amparada por su vieja taza de café humeante, cara a la ventana su contorno claro se recortaba en la luz desvaída y gris, la lluvia caía fuera, indolente, con un ruido sordo, sin estallar si quiera en los cristales por ese estúpido miedo suyo a romperse. Por su espalda desnuda cae el pelo ensortijado y apático por la humedad del ambiente, pulsaba nacarada las teclas flexionando los dedos en el momento justo, para que cada nota que de entre ellos se escapa se enrede en su pelo, tras sus orejas durando tan solo lo que debe, los ojos se le entrecierran casi de forma inconsciente, para poder perderse en la música y sin quererlo, mientras tanto, una mirada triste huye por la ventana. La espalda erguida, escultural, la cadera suave y difuminada por el carboncillo, hace frío, y la brisa suave sopla de un lado a otro de la estancia, olor a tabaco y a café.


El labio seco, carnoso, como un eterno suspiro, en un sin aliento continuo de placer, perdido en su propia voluptuosidad y sin ninguna necesidad de encontrarse, el rostro le queda semioculto al piano, por el pelo que languidece en sus mejillas, sin apartarlo contonea su cabeza al ritmo de la música tratando así de olvidar sus pensamientos, no te muevas cariño, estás preciosa, silencio. Más allá del carboncillo rasgueando el papel y su respiración, el sonido del whisky al abandonar el suelo de madera y el suyo propio al acodarse contra la puerta, la cara descuidada y mal afeitada, ojeras de noches inconclusas, y sobre ellas, sus ojos, esos que le duelen de tanto mirarla, de tanto admirar su belleza, esa que tristemente intenta plasmar en un papel, para vencer su valor efímero, para poder guardarla con él.


No ha sido más que una comedia, otra de las millones de tragedias que aquí cada día vemos, el público aplaude eufórico creyendo haber entendido la universalidad de la obra, en escena, ellos no se mueven ni parecen escuchar los aplausos, el telón cae suave, y el terciopelo rojo difumina la ilusión de esa luz romántica tras la ventana, los vítores y aplausos rompen la atmósfera de la escena y el rojo es estridente, por fin, posa en el suelo.


Es una pena tener que escribir para poder yo completar la vida bohemia, quizá sea una pena solo por ser el menos inútil de los artes, el más pragmático e impuro, por eso pido perdón por mancillar con mis letras ésta melodía que del piano escapa, esta melodía pintada a carboncillo, ese dibujo representado en la tragedia de la vida, que yo tristemente os describo, con la misma pasión de guardar su belleza para siempre, sin darme cuenta como tantos otros, de que su único valor está en su volatilidad y en nuestra incapacidad de aceptarla.



Duele, y joder cómo duele, la miro y en su mirada solo le veo a él, ahí clavado, cristalizado en sus pupilas usurpando el que debería ser mi lugar, tras esas pupilas ese deseo constante cada vez que me mira, de descubrir a otro y no a mí, esa decepción constante en sus pupilas húmedas cada mañana al verme aparecer en la cocina, esta belleza marchita y profanada por el dolor, esa belleza violada por el mundo que no sabe qué es lo que agravia, como a los afortunados buscadores de conchas la espuma de mar ha traído a mis inconscientes pies la posibilidad de hacer una elección sin criterio y así como un niño inconsciente escogí la concha más brillante y redonda, que no es más que la que mas maltratada ha sido por el mar…
La vida un concurso de belleza, debemos aprender con los golpes a sonreír a las adversidades. Se dice que debes sonreír al no saber quién puede enamorarse de tu sonrisa, yo he aprendido a ser más sincero con la mayoría. Hoy mis pies sin embargo no me guían a una concha brillante y pulida, hoy sin embargo me pareció ver una sucia y llena de arena tirada cerca de donde yo estaba, asustado de encontrar un ermitaño la abandoné sin pararme a mirar en su interior. Esas son las reglas de la belleza.


Caigo en un remanso de sueños y mi inconsciente me hace pensar más humanamente que mi propio pensamiento. De qué he podido enamorarme si no es de la injusta y superficial belleza.
Estoy seguro de que puedo enamorarme del gusto por encontrar y descubrir la belleza del mundo. El amigo de una amiga mía escribió: “Jamás he visto romperse las leyes estéticas del mundo. Las únicas leyes que conozco, respeto y me parecen naturales son la belleza el ritmo y la simetría”. La belleza no existe en nuestro universo; solo nos parece bello lo que nos han dicho que debe serlo, ¿qué más bello que el dolor humano?, siempre ocasionado por la imposibilidad de que cumplir nuestros sueños, ese dolor que se cristaliza hoy en su rostro, ¿qué hay más puro que el amor a la búsqueda de la belleza?, todo ello es mucho mayor en sí que esta. Y así al ocultar la melancolía esa coquetería tierna de Marie es más bella incluso si cabe que el primer día y es así que cuando sonríe y aparece esa belleza oculta se multiplica en sus ojos etérea recompensando por toda la anterior, y es así que cuando llora y debo buscarla tras sus ojos tristes es esta más pura por inconsciente y duradera.



-Marie… - la llamó despacio.


- ¿Sí?- contestó ella mohína desde le habitación contigua.


-Marie, es sábado, todos los sábados voy a visitar a la residencia a Doña Isabela, quizás quisieras acompañarme.


- ¿Doña Isabela?, ¿Es tu abuela o algo similar?- Preguntó sin saber muy bien a qué atenerse.


- No, simplemente me apunté a una asociación benéfica y me destinaron aquí, a hacerle compañía un par de horas cada sábado, es una mujer encantadora, estoy seguro de que le sería muy grato que mi compañía fuera también la tuya esta tarde.


- ¿Tú crees?, Quiero decir, entiendo que tú puedas en un momento dado sentirte bien visitando a alguien que no conoces a modo de curar tu conciencia o algo similar, pero no entiendo el beneficio que reporta ser visitado por alguien a quien no importas, de manera casi obligatoria, planificada, rutinaria…


- Es muy posible que ninguna, ay pequeña Marie, me encanta cuando descubres esa mente tuya despiadada y rota que se esconde tras esos sedosos cabellos.


Pero pequeña, la vida es un experimento sociológico continuo, y en él tenemos una cierta capacidad de decisión, la primera es que sea Dios el único que de él saque conclusiones por ser el único consciente de que este está llevándose a cabo; la segunda posibilidad radica en que alguien de tu entorno, ya haya tomado conciencia de esta condición y tú seas un sujeto de estudio para uno que incluso siendo un igual a ti no tendrá ningún problema en juzgarte ni en sacar conclusiones precipitadas de información fraccionada; la tercera parte y la que a mí más me gusta, es sacar tus propias conclusiones de un experimento en el que tú también participas y por encima de todo eres uno de los sujetos de estudio, te da la posibilidad de ser investigado e investigador al mismo tiempo. Visitar a Isabela es una manera como cualquier otra de recabar información para mi parte del experimento, y si vienes conmigo te explicaré cuál es exactamente su papel en este retorcido juego de autómatas enmascarados.



Isabela vivía en un reducto, replegada sobre sí misma, sufría dolores atroces a causa de la avanzada arterioesclerosis, pero siempre se abstenía de cualquier queja mostrándose complaciente con todo el mundo en vez de pretender ningún tipo de trato especial debido a su estado, como hacían el resto de enfermos de la residencia. En todo el tiempo que Yago había estado visitándola no había visto en ella ningún rasgo de debilidad o de miedo a la muerte que sin embargo sabía se encontraba cerca, es más parecía ella la empeñada en cuidar de Yago en vez de lo contrario que habría resultado más sencillo incluso para ella.


Cuando esta tarde Yago llegó Isabela estaba dignísima sobre su cama de la que ya no podía levantarse, había escondido todo su cuerpo a excepción de su cara, que era la única parte en la que le quedaba cierta dignidad, incluso llevaba guantes de cuero granates, para cubrir la deformidad de sus manos. Había maquillado su cara con esmero y arreglado el pelo lo mejor posible, tenía los labios pintados de rojo intenso y cuidadosamente perfilados, los ojos bien sombreados, el colorete bien aplicado… era la imagen misma de la dignidad en la vejez, del tesón, del amor propio, y era exactamente bella, más incluso que muchas jóvenes, no parecía nadie que necesitara una visita, que necesitara caridad.


-¡Yago!, ¡Ven aquí que pueda abrazarte!- dijo con una sonrisa que iluminó toda su cara.- Oh la là!, ¿qué tenemos aquí? me has traído compañía, deberías haberme avisado y habría cuidado un poco más mi aspecto. Venga rápido ¡Qué se me pasa la vida! Preséntame a esa señorita.


Yago sonrío de oreja a oreja en un fiel reflejo de la cara de la mujer, y buscó el mismo efecto en la de Marie, que sin embargo estaba teñido por una oscura desolación.


-Eh…- titubeó nervioso de repente- Esta es Marie, es una de mis mejores amigas, está pasando por un mal momento y pensé que podrías alegrarla.


La cara de Marie sufrió una metamorfosis rayana el enfado al verse expuesta ante una mujer que no conocía de nada, pero se obligó a sonreír y a acercarse a estrecharle la mano con una pulcritud y elegancia intachables, tal vez en cierto modo al sentirse un poco desmerecida al lado de tal gigante luchador.


Yago las dejó unos instantes solas para que “se fueran conociendo”, pero apenas cruzaron un par de palabras estrictamente protocolarias abuela-nieta adoptiva, no más de tres minutos más tarde apareció Joel con una flor para cada una y un montón de bártulos que en principio Marie no identificó al verlos sacados de su contexto original.


Tras una breve explicación y una charla más que forzada entre unas pastas sin azúcar y un aguado café descafeinado Joel se puso a dibujar a ambas mujeres, mientras conversaban sobre banalidades dos almas rotas incapaces de mostrar su debilidad.


Como dos arlequines más caídos a un baile de máscaras en el roto subterfugio de la hipocresía alocada y giratoria, que les hace danzar al son de la órbita terrestre, hipocresía de felicidad, de pretender serlo, de pretender pretenderlo.


Y a Marie, abúlica y apática le cuesta mantener la cabeza levantada y la sonrisa tensa.


-Marie- exhorta Yago- es hora de irse, la medicación está empezando a dejarla dormida, y no le gusta que le vean en ese estado.- Como una muñeca de trapo ella se deja hacer, se deja levantar, siente un mareo y necesita agarrarse a la pared para no caerse.


-Marie, ¿estás bien?- Ella respira entrecortadamente.- Ven túmbate aquí en el suelo. Al poner su cuerpo horizontal poco a poco el color va volviendo a su cara.- ¿Te encuentras bien?, voy a dejarte un momento sola, voy a llamar a una enfermera.


Yago sale al pasillo aturdido y tembloroso, asalta con pocos modales a la primera persona que ve balbuciendo algo extraño sobre una chica, y la conduce hasta la habitación.


-A ver, vamos a tumbarte en la cama despacio ¿vale?, ayúdeme a cogerla en volandas sin zarandearla demasiado.- Con movimientos torpes la tumban en la cama, Marie ciertamente parece estar mejor, pero él no se queda tranquilo, empieza el tercer grado:


¿Duerme bien?, ¿Come bien?, ¿Lleva hábitos de vida saludables?, obviamente no, tratamiento: cama comida reposo y felicidad en la medida de lo posible, por parte de Yago una escusa más para mimarla.



La tarde pasó con tranquilidad e infusiones, la noche fue el momento de la reflexión.


-Prometiste explicarme porque ibas a ver a Doña Isabela.


-Y nunca pretendí faltar a mi palabra, pero contártelo conlleva el que prometas no juzgarme, trataré de explicarme y de parecer hasta cierto punto sensible en esta realidad cruel.



Esta es la parte del experimento sociológico en la que yo gano, a la que juego poniendo yo las reglas, y pase lo que pase siempre gano, y porque quiero, sin ninguna obligación ni beneficio aparente más allá de la catarsis, de propiciar esa situación de crisis controlada, lo suficientemente dura para reflexionar, y lo suficientemente externa para poder seguir, lo suficiente al fin y al cabo para provocar un cambio, un giro copernicano cada vez que una persona de esas a las que he entregado el alma se va, y deja para siempre su huella en mi memoria, y también se lleva esa parte de mí que le regalé algún día, lo que de ellos aprendí y sobre todo lo que de ellos me falta cuando ya se han ido y lo que ya nunca recuperaré, lo que gano estando con ellos, no es lo que me dan, sino lo que me quitan cuando ya se han ido.


-Es una teoría triste, y dura, tal vez deberías compartirla, no sólo es arte lo más inútil, tu alma, tu corazón y todo lo que le haga temblar también es arte.


-Escribirlo, en este mundo que ha asesinado el romanticismo, cualquier concepción bohemia sensible y apasionada, en el que los sentimientos son debilidad cualquiera me tacharía de loco.


- Yo solamente te tacharía de humano, de muy humano tal vez.


- Escribirlo, dices, lo escribiría tal vez solo para mí, para que no se me olvidara, pero no quisiera compartirlo con mucha gente, no quisiera exponer esa parte de mí al juicio de todos, es una parte cruel, el paso de la historia, la única manera que la vida tiene de cambiarnos, por una razón o por otra todos se empeñan en negarlo, y en creerse “ángeles caídos”, en lugar de los “monos erguidos” que son.


- Quizás solo para la posteridad, para cuando ni tú ni yo podamos contárselo a nadie, quizás tal vez por eso debieras escribirlo.


-Y escribirlo… ¿dónde?, en una máquina que relativizará todo mi lenguaje y lo trasformará a un lenguaje binario de ceros y unos, a un sin sentido más para la posteridad, acaso se te ocurre manera más abrupta de asesinar el romanticismo de una idea bien contada al oído.


- De ser así quiero que esta noche vuelvas a contármela al oído, ¿sabes?, tengo miedo de que se me olvide, de que te me olvides, de que algún día dejes de estar aquí y de quedarme a solas con mis pensamientos, tengo miedo, un miedo amarillo.



Ella se acomodó en su pecho dispuesta a escuchar la historia de nuevo, y una vez más el se siente utilizado y dichoso al mismo tiempo, como no podía ser de otra manera, y duele, joder cómo duele.



Oph*



(Cada 3 ó 4 días intentaré publicar un nuevo capítulo de la historia, repetiré esta información al final de cada capítulo, que os remitirá aquí, para que leáis desde el principio y no fragmentos inconexos, de cualquier modo, leer un solo capítulo resulta en la mayor parte de los casos bastante sencillo y no suele imposibilitar la comprensión del fragmento, espero que os guste.)




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