miércoles, 17 de febrero de 2016

Esos locos bajitos.

Esos locos bajitos
de acentos como latigazos,
que se repiten dos veces y te contestan en inglés:
-‘m sorry?, -Well, don’t be,
que yo no soy gringa,
y eso se lo inventaron ustedes.
¿Se entendieron, pues?
Nos comprendimos.
¿Bueno?
Claro,
en la misma lengua, en distinta octava.
¿Ocho, pues?
¿Variedades? Como espectáculos,
más bien ochocientas,
notas, tonos, rasgados
¿de guitarra?
¡vaya una huachafería!
¡semejante disparate!
de los ojos, nomás.
¿Mande?
Sí, sí. Atienda:
Ayer tarde conocí en el café unos hispanos no españoles
¿Hispano hablantes?
Claro
¿No les dicen latinos?
Yo más bien les digo perdona, para que repitan, ya sabe.
¿españoles que no hablan castellano?
ay, la madre patria
y su concha, que le dicen.
¿Que le llaman?
No, son más de correspondencia ellos, que saben que si no los coroneles se les enferman.
Bueno, todos menos el porteño,
ya se sabe que ellos hablan caste/sh/ano,
el español para los españolitos, le dicen
quién sabe dónde estará su Casti/sh/a, yo dudo que al lado de mi Mancha.
¡Pero qué quilombo!
¿Y ustedes?
¡un Babel!
¿Entonces?
Yo…
más bien balbuceo,
en ocho tonos,
en cinco notas,
en un rasgado.
¿Mande?
No, mandar no mando nada.

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