martes, 22 de junio de 2010


Tu mano tierna acaricia el ras del césped y el envés de las hojas retoza contra tus dedos, flexible volviendo a su forma originaria una y otra vez tras cada suave contacto con la piel cálida que se inflama en la hierba fresca, y tus labios se estiran y sonríen rojos, y no es sino entonces tu boca, y se te arruga la nariz, y te brillan los ojos, y no es sino entonces cuando sonríes, y de un tiempo a esta parte es cuando creíste ser feliz, al adquirir esa capacidad de mueca, esa sonrisa que todo el mundo halaga, y no es sino ahora cuando te encuentras más cerca de la desgracia, de la oscuridad, de la soledad.


Nadie comprende a los dichosos y los tachan de falsos, de poco profundos, tal vez lo sean, pero tú, niña, tú no, a ti tal vez te haya llegado la hora, de aceptarlo y de no tener que mirar más atrás, tal vez tú, niña, si que seas feliz de verdad y entonces ¿por qué no te mueres?, me pregunto, tal vez sea porque ser feliz, también consiste en dejar de lado esas mentiras que nos son inmanentes: que nuestra vida tiene sentido, que nos quieren, que queremos, que existen la felicidad y el amor.


Es por eso, niña, que si tú has encontrado a estas incógnitas respuesta, y puedes de verdad sonreír tras hacerlo, es que ha llegado tu hora, porque sé que un ser con una sonrisa pura y franca nunca podría mentirme, y si es que esas sonrisas tuyas son mentira, tal vez sea que no valgas nada, y si es así, no sé porque te escribo, si es así no sé por qué pensarlo, tal vez, porque sí que son mentira y por ello sí que necesito mentirme, creer que algo somos, que algo quedará, que puedo ser feliz, que yo también puedo sonreír, que yo también sonrío, y que me miento, y que me lo creo, porque sin duda lo hago, y que si encontrase la verdad lo haría sin necesidad de morir.


Oh cuan ilusos somos de creernos lo que nos hace sonreír, y de creernos luego esas sonrisas, y de errar en esa fragilidad, en eso que queremos tildar de felicidad, esa que le regalamos al viento, para que la arrastre, para que se la lleve y nos lleve, y no queden más que nuestros inmutables labios, y quede lo que nunca fuimos y nunca seremos, porque nunca pudimos serlo, porque nunca pudimos ser íntegros, ni verdaderos, por ese engaño, por esa sonrisa tuya, por esa felicidad mía.


Mi mano tierna acaricia el ras de la hierba y el haz de las hojas se retuerce al contacto con mis dedos, y estos se crispan y son arrancadas las hojas de la tierra con furia, y lloro sonriente, y me miras sin comprender, y me miro sin darme cuenta, atónita de mi reacción y me veo, como desde fuera, ahí tendida, sonriente y plácida, tal vez un poco pálida para esta luz de verano, y veo que comprendí, y que pude quizás alcanzar ese fin, que parece inalcanzable, y no es sino ineluctable, y veo que tal vez esta nueva sensación sea la felicidad, o tal vez no lo sea y sea tan solo el fin, uno cualquiera, o el mio propio si tuve suerte, pero nunca antes lo experimenté.

Y ahora desde arriba solo veo tu sonrisa, la mía, mi dicha, y vuestro pesar.


Oph*
Fotografía por: Noemi Alonso

1 comentario:

  1. A pesar de que no tengo la misma visión sobre la felicidad, como un fin inalcanzable al que todo ser humano aspira, y donde la pregunta ¿para qué ser felices? se responde por sí misma. Creo que este ensayo es brillante y me lleva a reflexionar el si realmente soy feliz. Espero que sigas escribiendo así y espero con ansia el siguiente!

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