martes, 19 de abril de 2016

Cerezos.



Cantan:
hasta las hojas muertas susurran de tanta vida que esconden,
son las ardillas impacientes entre la epidermis Madre,
no dispuestas a esperar más a la primavera.
Hasta la marmota araña el rastrojo,
ruidosa, reseco, roñoso
que ya se sabe fuera de estación
y busca flores en que hundir el hocico
y lenguas que relaman los polénes
y ojos brillen la esencia,
forsythias.

Baila:
toda la naturaleza en compás atareada no guarda silencio
en tiempo,
ni un segundo,
ni para contemplar las flores.
Es más bien Madre que canta
por si pueden,
por si quieren,
bailar, mecidas de viento y de sol,
magnolias.

Despierta:
Que es una nana renaciente,
que hasta el aleteo se entona con los vientos en viajes
de pájaros de paso que vuelven al hogar nómada,
de insectos y bichejos
que zumban de sol en sol.
De animales que recién primaveran
para tostarse las pieles
y llenarse las barrigas,
preparados para recordar que el cambio
es también vida, crecimiento y relación,
y que el rojo además de a los otoños sirve

cerezos. 

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