martes, 3 de noviembre de 2015

El cambio



Fue el primer otoño rojo, tan largo como tardío. 
El primero en todas sus historias.

Otoño de un octubre tan largo como una tarde en la que el amor crece y se expande.
Tan rojo como los amaneceres que habían pasado a mejores vidas, 
y como las manzanas que se pudrían en los rincones.

Era tiempo de cambio y las hojas mudaban y caían, 
casi todo al mismo tiempo.
Todo para recordarle lo mucho que se parecían el cambio y la muerte,
Lo lejos que estaba el cambio del crecimiento
y la esencial diferencia entre crecer y aprender.

Como en una broma bienintencionada las calles se llenaba de máscaras
y el piso de tiempo incrustado 
y de pensamientos amarillos y lanceolados que la llevaban a casa.
Igual que los cansancios 
y las esperanzas naranjas y pinnadas, 
que no caían 
y que no se quedaban.

Y entonces esperó al silencio de sus latidos, 
solo para ver si aún tenía miedo, 
y por un momento comprendió la luz y aprendió las sombras.

Hubiera necesitado todo el pegamento del mundo para dejar las cosas tal como estaban.

Oph.

Así que bajó y rompió todos sus versos.

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