viernes, 23 de octubre de 2015

El barro.

Los seres creados del barro solo de barro pueden hacer el amor.
Con las manos y los cuerpos; con las costillas.
Con las costillas con las que conocen. Con los pulmones con los que aman.

Créanme, que les he visto modelar al otro las carnes,
Apoyarse en su primera herramienta epistémica:
allá al lado del labio,
un poco después acá en la palma.
Sucia de un barro caliente que resbala hasta el codo, por el alvéolo y por los hígados.
Tan primera que no se la arrebatan, más que si ellos mismos se la arrancan.

Créanme, que les he visto arrancársela,
Sacarse una costilla y usarla como palanca:
allá al lado del pulmón,
un poco después acá en el ventrículo.
Quebradiza y maltratada, y luego tallada y cuneiforme para volver al barro.
Tan secundaria que más que para hacer sirve para contar.

Los seres creados de barro solo de barro pueden contarse el amor.
Contárselo hasta amarse un poco más, hasta dolerse un poco menos.
Y prometerse que se harán de nuevo. Y que repondrán la costilla, y que besarán el pulmón.
Con esa área de al lado del labio primero, primera herramienta.

Con esa palma sucia después, que está del lado del latido.

Oph 

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