viernes, 9 de octubre de 2015

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En una ciudad sin noche no debería esperarse tampoco amanecer. Puede ofrecerte ciruelas a las 4 de la mañana y parecerte que ni si quiera es tarde, pero no le pidas amor a las 2, ni brisa a las 6.

La noche es tan larga que la ciudad no tiene mañanas.

Y si se la usurpa se la ha visto escupir y tirar las tazas de café, tan lejos que uno piensa en contaminar con él su subsuelo, a ver si así despierta. Pero es tu mismo suelo, ese suelo, que conceptualmente llega hasta allá. Que realmente apenas me sostiene.

La noche se pasa, se la llevan los trenes.

Y es tan oscura que apenas se distingue entre el barullo.

La mañana es tan corta que temo salir a verla de nuevo.

Es tan íntima que es la noche de los muertos y el deber de los esclavos.

Oph.

1 comentario:

  1. Me encanta como escribes, de verdad... pocas personas llegan a mover algo en interior cuando leo otras cosas, pero tú si lo consigues, es muy bonito :)

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