sábado, 12 de septiembre de 2015

Water lilies.



Hay ciertos estados de debilidad que tal vez solo una luz puede reparar.

La luz, que puede posar en el estático de la tela si se la convence con aguas. O en el estático del cartón, si se la engaña sobre el origen. La luz, que puede bailar en la materia, percibida como compacta, por una pupila contraída y aun flácida: por la que entran a un tiempo las luces y salen a destiempo las sombras.

Y así, en ese entrar y salir, en ese haberse ido; en ese haberte quedado se despertaba, muy antes del amanecer, muy antes incluso del choque. Y todita rota se levantaba desperdigada por la cama, llena de polvo y astillas. Una matrioska abombada de sudor, de frío, y de falta de lágrimas, tan hinchada que no tenía donde meterse; tan seca que se le habían acorchado los pulmones. Tal vez las niñas de madera no puedan llorar, pero desde luego lo necesitan.

Sobre todo mientras esperan:


La luz, que puede llegar a dar calor a la vida, a una naturaleza que explota sutil y delicada. 

Oph. 

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