domingo, 26 de octubre de 2014

Ó.




“-I’d prefer the world not to end. Wouldn’t you?
-Probably”

“Esto no es un corazón roto”, es un corazón herido, como se hiere el papel con los trazos del bolígrafo, es un corazón sobreescrito, marcado, aunque ahora haya secado la tinta.

“There’s a poetry in small spaces, isn’t there? Confinement can be utterly beautiful, but only if it’s a matter of choice”

“Esto no es un corazón roto”, es un corazón liberado. Él está en todas partes aunque yo haya decidido que es momento de irme, y eso está bien. Es natural, está como están las perchas y las lavadoras en la casa y en el aire, y nadie levanta la ceja cuando se lo cruza por la casa en un libro o en una postal, porque ahí está, aunque ya no se le espere. Y es que ese ha sido el único y rápido reajuste, como un corte rápido y certero al cordón umbilical, uno que daba dos vueltas. Sí, les juro que me he repasado el cuerpo y no queda un solo cable que nos ate, pero no estoy sola, simplemente suelta, aunque desde el principio era yo quien agarraba. Y a veces la liberación es un insulto.

“Esto no es un corazón roto”, solo un corazón confuso de encontrarse de nuevo no sabiendo amar, y lo que tal vez sea peor, no deseándolo. Tú tampoco amabas, eso lo sabemos los dos, pero aún así te parecía suficiente. La fuente epistémica es contingente en el amor, y en cualquier caso nunca suficiente, balbuceo entre la confusión del adiós. Pero esa herida ya la conocía, esa solo la sobreescribes.

“Esto no es un corazón roto”, es solamente un corazón despeinado en las idas y venidas. Más bien un corazón en venida. Ven-ida, y ahí es a donde voy un poco contrariada. Como si hubiera alguna otra opción.


“Esto no es un corazón roto”. 

Oph

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