viernes, 19 de agosto de 2011

Miedo.


Nada más inteligente existe que temer al miedo, nada más ridículo y paradójico, al fin y al cabo; sin embargo, es por todos alguna vez rechazado el terror nocturno y buscada la sábana suave que nuestra mejilla húmeda consuele, y el pecho cálido que la reconforte y llene como si desnutrida se hallara cuando no llega tan si quiera a estar asustada.

Es el amor necesidad más grande que ninguna otra, que sin él hasta los más fuertes se marchitan y temen, hacia atrás buscan con los ojos anegados y vuelven sobre sus pasos, que por oscuro que este fuera es siempre más claro el pasado que el incierto porvenir, y no hay mejor manera de enfrentar el temor que de una mano prendido.

Resulta; sin embargo, también el miedo necesario, porque si no ningún sentido tendía que ávidamente lo buscáramos cuando parece que nada halla que temer y en el futuro lo cristalicemos como fuente de un incierto mal que aun si quiera podemos atisbar como cierto.

Y es que, tal vez, sea necesario el miedo para sentirnos débiles y buscar el consuelo, y en lo que a mí respecta, íntimamente ligados parecen el miedo al amor. Sin amor no existe miedo que valga ni consuelo alguno, sin miedo no se hallará ni el amor salvador ni el consuelo que no se necesita. Tal vez sea que para mostrarnos vulnerables ante el ser amado necesitemos temer algo peor, o tal vez sean amor y miedo la misma cosa, preeminente a sí misma.

Pero ay, pobres de aquellos que a amar tengan miedo, ningún consuelo más allá de esa soledad que quema puede quedarles y aun así no atisbo a acertar si constituye esta: su miedo o su consuelo.


Oph**

1 comentario: