domingo, 28 de agosto de 2011

Reflexiones largas para una vida corta.

No existe en el hombre, dolor más grande y penoso que el de darse cuenta de que no es nuestro duelo más que la sucesión de pasos al hombre connatural; que no es este más puro, amargo o desesperado, que no es aquel sino una reproducción que de lo que él se esperaba, y que no constituye, perder a un hijo o a un esposo, algo trascendental o único, que no es sino ese dolor que ahoga, algo por todos compartido y que ni si quiera podemos sentirlo como especial o único, como si de un simple reflejo se tratara y no existe pena más grande ni amor más puro.

Y es por ello, que inexplicablemente existe esa necesidad de llorar y pasar el duelo a todos envidado, tal vez, simplemente a modo de escape de la locura y la monstruosidad que de no ser así nos invadiera al deshumanizarnos y así ser tal vez diferentes, tal vez humanos, negación, impotencia, culpa, enojo, duelo (pena, llanto), aceptación…

Es entonces cuando te das cuenta de que no existen los poetas, ni los músicos, ni los bailarines, ni los pintores, que no es el arte más que una farsa, la expresión de todo aquello que tal vez nos gustaría creer que somos, aunque duela esto más a su modo que la verdad, sea esta o no amarga siempre será más difícil de aceptar que una mentira, pues solución no tiene; reflexiones largas para una vida corta en la que nada pintan, que esta no es sino la gente que aun sigue contándose a sí misma que merece, el amor, la pena, que el dolor es puro y que no existe la soledad del alma sin la ausencia.

Sin embargo de nada de lo que sé puedo estar segura, que no es la certidumbre más que lo que la incertidumbre ya se ha cansado de plantearse; así, en este último suspiro de duda huye por mi aun entreabierta ventana veraniega cualquier vestigio de inspiración que en mí, quedase, cuando consciente de lo incognoscible de la verdad me avergüenzo de buscarla e inventármela diferente cada vez de nuevo en todos los escritos, sin que sea ninguna más mentira ni más cierta que la anterior, al habérmelas creído yo todas, ingenua de mí misma.


Oph**

1 comentario:

  1. No sé cómo ni por qué, pero has logrado que me agobie respirar en ese primer párrafo :)

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