miércoles, 9 de marzo de 2011

De la caída de los gigantes y el valor de la palabra.


Estamos irremediablemente acostumbrados a confiar en las personas y en su manera de actuar desmesuradamente en relación con lo que en realidad estas suelen ser, como un gran error fundamental de atribución que guía nuestras vidas sin tener en cuenta la fuerza de las situaciones, presiones y todo aquello que en realidad quieren ser creídos, estas personas enarbolan la palabra, conscientes de su poder de persuasión y cuando esta es usada de manera elegante y eficaz ningún otro arma puede tan siquiera acercarse a su poder de destrucción, a su irrisoria salvación de los hombres, que confiados en esta olvidan cualquier otro campo de acción, como niños confiados de la madre tierra y la sabia naturaleza, no recuerdan pues que la palabra no es sino fruto e invento de los hombres, crisol de sus mentes y que es por ello que ningún valor tiene y que de ella nada debemos creer más que su valor como estandarte de esta nuestra naturaleza y única manera de definirnos a nosotros mismos, que si bien lo piensan, aunque poco pragmático pudiera parecer, es mucho más de lo que en un principio se hubiera deseado.

Y es que aún no creo en el pensamiento sin el verbo, ni en el amor sin la palabra, es por ello que tal vez no exista el hombre sin lenguaje, aunque a día de hoy aun no pueda aceptar esta dura realidad, a veces parece que se me vislumbre y azote el sentimiento de culpa cuando por unos instantes ocupa mi mente, sin ninguna compasión para con aquellos que de ella no fueron dotados.

Y la vida y ese dulce y sutil engaño de las palabras nos convida y acostumbra a nuestras propias caídas, a que estas incluso constituyan una comedia y seamos personas en las mentes de los otros cuando por un instante de nuestra caída se desprende la máscara y caiga el telón, y muera el eterno personaje que tan cuidadosamente representamos y en el que tanto amor ponemos por nosotros mismos llegar a creernos, y estamos acostumbrados a rompernos y ver resquebrajarse nuestra dignidad, y a que las lágrimas corran por nuestro rostro y en el mejor de los casos a que una mano amiga las aparte para que no mueran en los labios y no seamos por ello juzgados bajo la triste condición de personas que nos define, y sin embargo, esta pérdida de la identidad, como recuperación de la misma identidad no parece importar más que el momentáneo dolor y la afligida pérdida, porque a mal que nos pese somos conscientes del papel que nos hemos obligado a representar, y aunque nada hay peor, de nuestra fragilidad grácil, y de su inestimable encanto, en la medida que por un instante sabemos sin lugar a dudas que somos personas y que estamos vivos, porque duele.

Sin embargo, parecen existir entre las sombras puntos de luz, aspiraciones de seres más grandes y perfectos, a los que admiramos y nos guían, sin que a ellos queramos parecernos, acomodados en la dulce ternura de las lágrimas y l dolor, en el respiro que estos proporcionan, tanto es el valor de su palabra y la fuerza con la que la enarbolan acompañándola con su rostro y presencia que llegamos a olvidar incluso de manera permanente que las máscaras venecianas no son más que eso mismo, y que a veces, como nosotros, deben caer, aunque a su manera lo hagan, firmes a su elegante condición la caída de los gigantes resulta catastrófica para el alma sencilla, aun cuando el mundo inexorable siga girando sin parecer haber reparado en ella, nuestro corazón en ruinas se resiente del apoteósico derrumbe y es declarado zona catastrófica para nuestra ment,e que aun débil se ve obligada a categorizar cada instante tras el consuelo de la palabra, como perteneciente a nuestra condición y externo elemento a aquella naturaleza que desconocemos en extremo; y es que contra todo pronóstico, los gigantes también caen; y como si de un paradoja se tratara ser enanos subidos a espaldas de gigantes adquiere su máxima connotación e importancia, como si sobre estos todo el peso de la evolución y el acúmulo de culturales conocimientos, de suspendidas, certezas y expectativas recayera; y así y con todo, bajo todo este peso, al ser capaces de mantenerse firmes más allá de nosotros mismos resulta apabullante la caída y triste la pérdida; y en estos momentos, no queda más que tender la palabra y ofrecer el consuelo de un estirón del brazo, confiando en que se levanten y yergan en todo su explendor como antes lo hicieron, para que subidos a sus hombros, podamos nosotros, quijotistas, desamparados del mundo enarbolar una vez más nuestro arma más poderoso y etéreo, para poder seguir en nuestra condición confiando y seguir salvando a cada paso el mundo, y a los hombres, aunque ya ni para ello tengamos tiempo, ni ganas.

Oph**

1 comentario:

  1. "por un instante sabemos sin lugar a dudas que somos personas y que estamos vivos, porque duele." :O
    Los hay quienes equiparan la posesión del idioma con la propia naturaleza humana, por estudios con niños sordos de nacimiento, sin capacidad no sólo de expresar pensamientos complejos, sino tampoco estados emocionales "superiores." Y algo parecido ocurre con los niños criados en la naturaleza por animales (a lo Tarzán o Mogwli, pero reales).
    Pero a mí nunca me convencerán, porque mi estado mental favorito es ese en el que la mente recorre la eternidad en un suspiro, por medio de imágenes y no de vocablos, hasta que alguien me zarandea gritando mi nombre, y tras el respingo inicial, tengo que volver a elaborar mis pensamientos por medio de palabras y vuelvo a caer preso de la lentitud esclavizante del idioma.
    Además, por mucho que el lenguaje nos permita expresar miles de sentimientos, millones de realidades, las palabras que más dolor me causan no son las que camuflan nuestro verdadero ser, sino las que pretenden reflejarlo y no alcanzan ese propósito, porque hay verdades que no pueden expresarse con palabras, porque el idioma es limitado, porque interpretar racionalmente según qué emociones nos sume en la desesperanza y el desasosiego más absolutos.
    ¿Y por qué te doy la vara con este comentario? Pues... porque esta entrada me ha encantado, y me ha hecho meditar. Seguramente no haya entendido su verdadero significado, pero igualmente gracias por este rato de reflexión ^^

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