lunes, 3 de enero de 2011

No importa la caída.


1. Coger las manos.
2. Comprobar sujeción.
3. Cerrar fuerte los ojos.
4. No importa la caída.

Y si me coges de las manos y me agarras, fuerte, con miedo a que me suelte aunque tal vez fuera por accidente y cayera o me elevara, de nada se sabe el resultado, entonces, si me sostienes con tus manos cálidas y tus brazos fuertes me atreveré a girar y a echar la cabeza hacia atrás para que el viento me alborote el pelo y que me dé igual como habrá quedado una vez vuelva a su sitio, si puede hacerlo y no la he perdido por ti. Y tal vez, te pida girar más rápido intentando parece más valiente e incluso me ría de tu giros, pero es para poder pensar menos en todo, y más en cosas que me asustan, por asimilarlas menos, y tal vez en el giro a veces me maree y pierda los pies en el barro y quiera parar para abrazarte, para oír que no quieres soltarme y asegurarme de que no estoy girando sola.
Y es que solo si es contigo me gusta que la lluvia me moje, o que haga frio y viento para tener una escusa más para abrazarnos e ir sin rumbo fijo o predeterminado por un Madrid que parece itinerante entre tus pasos y los míos, mientras tendemos irremediablemente hacia allá y hacia todos los sitios por los que ya antes estuvimos y tú, echas de menos, y así poder perderte en esas calles que no te gustan nada y que a mí me encantan en las que donde tu encuentras suciedad, yo encuentro la vida bohemia que nunca tendremos, para acabar respirando tus dulces sonrisas, en el mejor de los casos, cuando tienes uno de esos días buenos y me echas un par en el café, porque no quiero ponerle azúcar, y así está más dulce.

Y bailar danzas de cortejo, a ritmo de drum and bass, y cantar bajito para que no se nos oiga ni se rían, o a gritos, para que te manden callar, y vuelvas a cantarme al oído, mientras seguimos perdidos entre lo que somos y lo que quisiéramos ser para el otro, para acabar bailando cogidos frente a un músico ambulante, para reírnos y huir, cuando empiece a darnos vergüenza, darnos las manos, fuerte, teniendo que comprobar cientos de veces si estamos bien cogidos, para girar y que los pies dancen bajo la lluvia, y se nos caigan las miradas que ya hemos usado, y tengamos que inventar nuevas caritas con las que mirarnos y convencer con las que hacer sonreír, o que impliquen no caber en sí, y no sepamos expresarlo, más que con la estereotipia de una rabieta, sin que en nada, a esto se parezca.

Tal vez todo esto sea lo que tú das en llamar amor, o tal vez lo sea hablar de bolas de cristal, pero no tengo ninguna evidencia cierta de que en realidad lo sea, sin embargo, y solo mientras acabo de cerciorarme, hoy confiaré en que tal vez lo sea, y sí, por complicar las cosas, como a mi tanto me gusta, tal vez haga que algo tenga un poco más de sentido.

Oph**

1 comentario:

  1. La caída no importa, si antes de ella vuelas alto. Y contigo se vuela MUY alto. Preciosa entrada :D

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