lunes, 3 de octubre de 2016

Madre.






En el primer llanto, en el primer desgarro
te acalla el grito de la vida,
florece la ternura
y te conviertes en aguas.

La primera lágrima salpica tu última sangre
el charco se seca en el piso,
las pisadas no tienen ojos
y los zapatos no entienden de amor.

Del primer trago te sorbo el seso y el alma
objeto intangible, mujer indeseable,
renace la esperanza
y me torno promesa.

Extensión abnegada,
bofetada divina
en la sombra eres penumbra
y así te describes
y ya no hablamos la misma lengua
y ya la saliva está gruesa

y ya la savia dormida. 

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