lunes, 12 de septiembre de 2011

Claroscuro.



En el juego del claroscuro se esconden las sombras, y ahora que de ti ya no me queda nada, juegan los enamorados a construir eso que los antiguos ya llamaron amor, y nada más acabar no quieren sino destruirlo para comenzar desde cero y hacerlo de todas y cada una de sus formas, eternas e inmanentes, para deshacerlo siempre con la misma sonrisa, y es que no se conoce destrucción alguna dotada de cariño, excepto esta de ese amor.

En el juego del claroscuro se esconden los enamorados, de las sombras, como entrelazadas e indiferenciadas, hay quien diría que hermanadas incluso se encuentran, cuando solo ellos saben dónde acaba el uno y dónde empieza el otro y conocedoras de que son por un momento necesarias a su propio tiempo y espacio permanecen en el claroscuro confiadas y perdidas entre un suspiro que se va, y un gemido que ya viene.

En el claroscuro se esconden, y aunque de sobra saben que hubo otros muchos como ellos no se atreverían a creer ni tan solo por un instante que pueda existir amor más grande, pasión más pura, sensualidad más inflamada; y entre los gradientes, la oscuridad y el calor de sus cuerpos olvidan agradecer a las nubes que las proyectan, su presencia, tal vez sea por ello, o tal vez nada tenga que ver, pero es el viento el que fuerte las aleja sin piedad, a la caída del sol, tras la caída de la lluvia, cae también toda esperanza e ilusión, para irse con viento fresco, tal y como llegó.

En el juego del claroscuro, aunque nunca vuelvan a encontrarse aun han de saber que lo que tuvieron no se lo quita nadie, y por supuesto, que a partir de ahora, será para ellos más cierto que para nadie que cualquier tiempo pasado fue mejor. 

Oph**

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