domingo, 23 de septiembre de 2012

20. Hermética.


Se inflaman cianes las nubes por el cálido sol que asoma en un vergonzoso “buenos días” y hace enrojecerse al claro fondo anaranjado, aun se desdibuja la luna, blanca pero sin brillo, como en lápiz blanco sobre un cielo que ya clarea de azul. A estas horas, a lo lejos, ya solo titilan las farolas, aun conscientes de su inadecuada actuación, aun conscientes de que todos las miran con una sonrisa entre los dientes y una duda más bien pequeña en el corazón.

Así aun cuando no somos capaces de entender la actuación, de comprender los motivos, cuando cada explicación difiere ligeramente de la próxima, cuando seguir hacia delante es incierto, y mirar hacia atrás doloroso, es entonces cuando no podemos sino seguir titilando henchidos, porque aun conscientes de lo incorrecto de nuestro proceder, de la imposibilidad del cambio no podemos ignorar que el mundo es un lugar maravilloso.

La misma luna ya no hace blanquear sino el mismo pavimento. Aunque quien lo ignore ya no pueda ser el mismo por mucho tiempo, aunque no pueda sino caer en el azar, en la indeterminación, en la entropía, aunque se aferre a una identidad que ya no le pertenece, aunque a los demás quiera hacer creer que aun lo es, porque sabe lo que duele el engaño, lo oscuro del perderse.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Oph*

"Aunque este sea el último dolor que ella me causa, 
y estos los últimos versos que yo le escribo" 

À bientôt. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario