viernes, 14 de octubre de 2011

Realidad.


Lo más terrible que puede ocurrirle a un ser humano es ser realista, el realismo del mundo es absolutamente intolerable; es por ello, que admiro tanto a la gente: admiro a la gente que está seria cada día, admiro a la que cada día sonríe, a los fuertes y a los débiles. Admiro la pluralidad humana, y sobretodo admiro su capacidad para engañarse, para seguir adelante, porque ¿saben qué es lo más terrible que puede acontecerle a un hombre? Estar distraído y de repente encontrarse uno, muerto, y sorprendido de su propia ida, cuando ninguna pregunta hacia su venida formuló jamás.

Existen como para casi todo en el mundo; para la literatura, desde el alma profunda, dos maneras básicas de entenderlo todo: la extasiada de la belleza y la ampulosidad y la enamorada de la decadencia, de lo sobrio, de lo oscuro y lo terruñero. Pero en lo que a mí respecta, estos dos entendimientos constituyen básicamente lo mismo, el mismo enamoramiento profundo de las mismas cosas, con una simple deficiencia por ambas partes para la narración; lástima que no sea ninguna de estas dos formas compatibles con el mundo en el que vivir nos ha tocado, en el que no puede existir, la literatura, ni el amor puro, ni por supuesto la realidad.

Y es que hoy en día no existe miseria, ni temor más grande, que aquel a la realidad. Es un mito, que se carezca hoy en occidente, de alimento y hace años que nadie muere de hambre, tampoco es ya nuestra la guerra. Aunque a lo lejos resuenen los ecos del fulgor de la batalla, no son nuestros campos regados con sangre, y no se mancharán nuestras mejillas de polvo ni de fango las botas; es esta la crisis de occidente, la de aquellos que aunque todo lo tienen se empeñan en luchar y auto compadecerse de su maldita suerte, por el imposible, por el amor, pero mientras que cualquiera de ellos sabría apreciar la carne es sin embargo, el amor placer de mayor refinamiento, un deleite para unos pocos que quieran apreciarlo, y es cuando todo lo tienes, cuando esto puede faltarte. Y es entonces, cuando acontecen las penas, a mi alrededor miro y no hay rostros hambrientos, ni miradas ateridas, pero ¡ay! Cuántos acosados, por el vacío, cuántos acosados por la pena, esta, la desgracia de aquellos que todo lo tienen, y que ya nada quieren. Aquellos cansados y confundidos sin hacer nada y en tal epidemia ahogados que ya no pueden sonreír con los ojos embargados de alegría frente a una cerveza aguada convidada, o al pan y al vino del día de fiesta; son estas y ninguna otra las maneras de entender el mundo que antes transgiversé, se trata de creer tenerlo o no tenerlo o de ver la belleza en todo aquello que nos falta, en todo lo que nunca tuvimos. Con cuidado de no ser nunca demasiado realistas, con la precaución de no soñar nunca imposibles.


Oph**

2 comentarios:

  1. Espero que escribas un libro y cuando lo hagas, enterarme.

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  2. Gracias :)
    Un intento ya hice...
    Está en el blog pero es farragoso de leer en orden, si lo quieres te lo paso por correo :)

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