viernes, 24 de diciembre de 2010

Seasons of love.


"El sol se precipita sobre el horizonte y ha pasado tanto tiempo que se ha vuelto a poner”

Y la respiración suave y distraída empaña la ventana del autobús por la que se fuga aquella imagen que mi retina aun no pudo cristalizar, y las rodillas se amoratan de la presión contra el asiento de en frente, pero no importa, porque de entre la neblina externa tal vez puedan colarse rayos de sol, si mantengo esta postura el tiempo suficiente para que amanezca, y las canciones se suceden a mis oídos, sin que a mí me suceda nada, y es que de un tiempo a esta parte, la música solo parece tal, si la cantas tú.
Y no sé hasta qué punto es relevante, o incluso inteligente, pero yo quiero saber algo más, al menos de mí, por si me voy pronto, para que al menos cuando me vaya, tras sincerarme y llorar, y es cierto, tal vez hacerte daño, tengas algo más que decirme que “que descanses”, y es que si yo soy mutable, tus sentimientos a veces parecen elevar esa mutabilidad al infinito, y es que la vida es triste si trato de medirla por un baremo que no conozco, ese que muchos quisieron llamar “amor”, como tu bien dijiste; porque es entonces, cuando mi mutabilidad más puede tornarla y trastocarla, como si de una pluma empujada por el viento se tratara y así eternamente juega y vibra en el aire cálido como si de una bolsa americana y eternamente bella fuera, suspendida de entre el suspiro de tus labios, de esos que empañas cristalinos, y vapuleada una y otra vez, sube y baja y se trastoca con tu respiración incólume, haciendo cabriolas a tu disposición, servil y sometida como esa mujer sumisa de la que ya los sabios hablaron, no atreviéndose más que a dedicarle un relato corto.

Y sé que no es más, pero sí menos, al ser yo la que lo siente y no cualquier otro, y es por ello que si como del “efecto mariposa” se tratara, por el simple aleteo de esta pluma, de un baremo mal escogido, pude ver, como tal vez todo se derrumbaba, quedando yo aprisionada dentro, sin ruido ni estruendo, ya que los castillos en el aire no caen contra el suelo, y como los de naipes, su frufrú también es de alas. Y es que me empeñé tanto en demostrarme que no existía el amar, que si hoy vienes tú y me lo haces dudar todo se me derrumba y difícilmente puedo reconstruir esa palabra, “amor”, si no es al menos con tu ayuda, sin tu ofensa en el mejor de los casos


Los dedos aletean asquerosamente y con fruición contra el teclado, emulando el batir de alas de las polillas que es capaz de enfermarme y aun así sigo emulándolo y preocupándome cuando parece que tal vaya a dejar de hacerlo impelida, tal vez, por el pánico y la pena de no poder alcanzar nunca con lo que otros superaron la ambrosía.

Y no es tan grande y ni tan honda la empatía de la muerte, cuando de ella no sabemos lo que deriva y por ello solo nos apenamos porque sabemos que a nosotros nos tocará algún día, por si nos vamos pronto, ya saben, no sufren más que por ustedes mismos, como en realidad hacen siempre, y es que eso es exactamente la empatía, eso que a todos nos encanta y parece buena y pura en su esencia, cuando no es nada más allá que el egoísmo más descarado, ese al que no le importa saber que por sí mismo sufre, porque el dolor no se infringe sobre su persona.
Y sí, se acerca el fin de año, inexorable, y se acerca por ende la Navidad, esa que todos decimos odiar y con la que a todos se nos ilumina la mirada al ver un escaparate lleno de dulces adornos, esa mirada que se nos apaga al ver un niño enfadado porque falta alguno de sus múltiples regalos en la noche de reyes. Para que este año sí que sea un año más, lo que es por otra parte un año menos en una cuenta atrás que no sé cuándo acabará que espero que no lo haga nunca, como si se tratara de una tendencia a infinito.

Un año teñido por el sabor del claroscuro y las luces del agridulce paso del tiempo. Y sin embargo, este parece haber sido más largo que ningún otro y más corto que todos los demás todo depende una vez más, para siempre y para todo del baremo que vayamos a usar para su medición y de cuán inexacto y subjetivo vaya a ser esta vez, y es que un año más es siempre, a mal que nos pese, un año menos, y me alegro de que en cierto modo este haya tenido cosas que ningún otro pueda, si quiera, querer emular, como cualquier año, cierto es, como cualquier día y segundo de nuestra vida, pero es que nos gusta dar importancia a cosas que en absoluto la tienen, y es que de algo hay que vivir, que es nuestra gran miseria, y entre ellas estás tú y ya no parece tanta la miseria, que el tiempo no es nada mucho más allá de lo que nosotros queremos que sea y de la sensación que de este tenemos a cada instante, yo este año me siento más vieja de lo que me haya sentido nunca, lo que es lógico y congruente con una biografía cronológica como la que me ha tocado vivir, pero esta vez, sin embargo, el sentido es más amplio, soy más yo y menos lo que quisiera ser, más madura, y es que sé que se trata de tan solo un día más, un día menos, pero ya que soy yo la que decide las mediciones de este nuestro tiempo soy más vieja que ninguna otra vez y sin embargo, al ser menos, no más, me aprovecha si no más y no menos en la terrible paradoja que tú eres, y es que por ello, tal vez sea por lo que me confundas tanto, y sí, tal vez necesite una certeza que aun no tengo para algunas cosas, pero por hoy va a ser suficiente, si para ti lo sigue siendo, si tú pareces no estar tan perdido como yo, y no puedo si quiera imaginar cómo llegaste a no estarlo y de qué se deriva más allá que de estaciones de amor.

No todas las noches son para ser recordadas, pero en las noches para olvidar, siempre hay cosas que recordar.

Oph**

2 comentarios:

  1. "No todas las noches son para ser recordadas, pero en las noches para olvidar, siempre hay cosas que recordar." Siempre las hay :)

    ResponderEliminar
  2. ...para que luego me digas que escribes mal...

    ResponderEliminar