Cantan:
hasta las hojas muertas
susurran de tanta vida que esconden,
son las ardillas impacientes
entre la epidermis Madre,
no dispuestas a esperar
más a la primavera.
Hasta la marmota araña el
rastrojo,
ruidosa, reseco, roñoso
que ya se sabe fuera de
estación
y busca flores en que
hundir el hocico
y lenguas que relaman los
polénes
y ojos brillen la
esencia,
forsythias.
Baila:
toda la naturaleza en
compás atareada no guarda silencio
en tiempo,
ni un segundo,
ni para contemplar las
flores.
Es más bien Madre que
canta
por si pueden,
por si quieren,
bailar, mecidas de viento
y de sol,
magnolias.
Despierta:
Que es una nana
renaciente,
que hasta el aleteo se
entona con los vientos en viajes
de pájaros de paso que
vuelven al hogar nómada,
de insectos y bichejos
que zumban de sol en sol.
De animales que recién primaveran
para tostarse las pieles
y llenarse las barrigas,
preparados para recordar
que el cambio
es también vida,
crecimiento y relación,
y que el rojo además de a
los otoños sirve
cerezos.
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