Una cucharada más,
hasta que te salga por
las orejas
que te he mirado bien
adentro,
detrás de cada uno de los
cartílagos
y entre pellejo y pellejo
que aún solo tienes cera.
Otra cucharada de crema
para el lobo,
hasta que se le caigan
los dientes,
hasta que se le pudran
los estómagos,
hasta la séptima
digestión,
hasta el quinto ácido
biliar,
hasta regurgitar el páncreas,
y rumia y rumia
qué cruel el lobo,
que ni los niños lo miran si
no se ha arrancado hasta las encías.
Otra cucharada más,
aun no vomitas.
Traga, traga,
aun queda mucho en la
nevera
el invierno todo
lo conserva
aun cuando se va la luz,
aún sin masticar,
aun sin digerir,
hasta retorcernos las
tripas
y el metal bruñido
como el rechinar del cerrar el ojo
bruxismo,
como el golpe del abrir
carámbanos.
Una cucharada más,
que aun no te necrosa el
estómago,
otra más,
que aun sientes algo,
otra por papá,
otra por mamá.
Abre, abre la boquita,
abre que aún no te has
muerto.
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