Los seres
creados del barro solo de barro pueden hacer el amor.
Con las manos y
los cuerpos; con las costillas.
Con las costillas
con las que conocen. Con los pulmones con los que aman.
Créanme, que
les he visto modelar al otro las carnes,
Apoyarse en su
primera herramienta epistémica:
allá al lado
del labio,
un poco después
acá en la palma.
Sucia de un
barro caliente que resbala hasta el codo, por el alvéolo y por los hígados.
Tan primera que
no se la arrebatan, más que si ellos mismos se la arrancan.
Créanme, que
les he visto arrancársela,
Sacarse una
costilla y usarla como palanca:
allá al lado
del pulmón,
un poco después
acá en el ventrículo.
Quebradiza y
maltratada, y luego tallada y cuneiforme para volver al barro.
Tan secundaria
que más que para hacer sirve para contar.
Los seres
creados de barro solo de barro pueden contarse el amor.
Contárselo
hasta amarse un poco más, hasta dolerse un poco menos.
Y prometerse
que se harán de nuevo. Y que repondrán la costilla, y que besarán el pulmón.
Con esa área de
al lado del labio primero, primera herramienta.
Con esa palma
sucia después, que está del lado del latido.
Oph