Lo más complejo, lo más
inaccesible es a menudo aquello que se encuentra todo el tiempo delante de
nuestras narices, nada más complejo para el viento que soplar, nada más difícil
para la tierra que crecer. Y es que nunca había encontrado nada tan complejo como
encontrar y conocer a una persona qué decir puedo de aquellos locos que quieren
y pretenden conocer la humanidad, sus pasiones y sus designios, cuando se me
escaba simplemente cómo asomarme al abismo dinámico y autoorganizado, de un
solo ser, como es el universo, cómo tratar de entender uno diferente del que
nada sabemos, aunque creemos presuponerlo todo. Uno para el que necesitamos permiso
al entrar, y que solo puedes conseguirlo a veces, como si a aquel que pretende
comprender las estrellas solo le dejaran mirarlas fijamente una vez de cuando
en cuando; así es, con calma y tiento cuando has decidido otorgarle unas dimensiones
cuanto menos similares a las del tuyo, cuando reconoces su complejidad y
belleza, cuando tal vez puedas asomar tu entender.
Y una vez dentro, nada más difícil
que mirar, que es que para comprender, no has de ver nada más que una instante,
como un fotograma roto y mal escogido de una película quemada por el paso de
los años, para tratar de adivinar algo de lo que dentro hay, que no hay nada
más complejo que el dinamismo que ni tan si quiera queremos atisbar; y por
ello, tratamos de agarrar un momento del efímero presente, que queda convertido
en historia en un instante y no está sino teñido de todo aquello que está por
venir. Pero incluso aunque sea un solo instante puede darse la curiosa
conjunción y tal vez incluso creas entenderlo, será ese el momento más hermoso,
el más personal de los lugares, no será sino aquel en el que encuentres otro,
en el que al menos creas haberlo encontrado.
Porque no hemos de entender a las
personas de manera diferente a la que construimos nuestros personajes, porque
no hemos de tratar de entender más allá de lo que escapa a todos nuestros
límites pero siempre debemos seguir soñando con que lo haremos como aún se
atreve un niño a pensar que será adulto, o se atreve una semilla a soñar que
alimentará a un pueblo, como yo me atrevo a soñar que siempre seguiré siendo
capaz de sonreír.
Que no es la realidad sino una construcción
personal influida por lo que sabemos: por nuestra historia y por nuestro
conocimiento del mundo; que no es sino aquello que queremos que sea, nuestra
motivación y nuestra emoción; y qué menos que lo que nos ocurre, qué más que su
interpretación. Y es que es esto tanto para ellos como para nosotros mismos. Y mucho
más allá habremos de entender que lo que se percibe como real es real en sus
consecuencias.
Lo más complejo, tal vez sea que
para llegar a querer si quiera atisbar otra realidad tenemos que desgranar la
nuestra y como de costumbre haya ido demasiado lejos al decirles que creerían
poder entender a otro, ni aun por un instante, sin si quiera haber reflexionado
sobre lo poco que de nuestro ser sabemos, de su realidad, sus influencias,
nuestra motivación, comprendernos a nosotros mismos, asomarnos a nuestro propio
abismo antes de ostentar el de otro, porque cuando así lo hacemos, estamos
actuando de manera burda y descuidada, y en la mayor parte de los casos
lastimaremos su dinámica, su belleza, su unicidad. Como quien para agarrar una
preciosa flor salpicada por pequeñas gotas azules no ha dejado aun su pala y su
rastrillo.
Oph**
Escribes poco pero cada texto es mejor al anterior.
ResponderEliminarUn saludo :)
Muchas gracias :)
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