Si bien nunca había entendido lo
que era pertenecer y sentir esa pertenencia sin más explicación lo entendí en
un momento. No hizo falta más que se atenuara levemente la música de mis
auriculares y llegara a mis oídos un detalle, pronunciado por una voz familiar
que nunca antes había oído. Debió de deberse a lo temprano de la hora, y es que
aun sabiendo que la noche es el mejor momento para la profundidad; de un tiempo
a esta parte, no trasnochaba lo suficiente, bastó por ello con madrugar más de
la cuenta y reposar mi cabeza somnolienta y aun turbada por el sueño y el
insomnio de una noche de ansiedad. Tal vez sea simplemente que ha llegado el
verano a la ciudad y la algarabía de la fiesta trajo más nubes que soles, sin
embargo no he oído de ninguna generación que no se creyera perdida, ni de
ningún alma que se sintiera encontrada. Por un momento, me pareció que, aun sin
encontrarse, la mía pudo decir aunque por un instante fuera que estaba hecha
para este país, que pertenecía a una patria, que dolería de ser de ella
arrancada.
Y así entumecida, y aun del susto
desorientada encontró que existía un reducto de una sociedad a la que siempre
había criticado que representaba lo que más importante hubiera podido parecerle
en ese momento. Y de la separación física y psicológica pasó al acurrucamiento
mientras luchaba con la música por seguir escuchando lo que aquella pareja de
desconocidos se decía sin haber visto si quiera sus caras. Y es que nosotros “tenemos
amigos que no son amigos, son hermanos” y tal vez, ese sea nuestro mayor
problema. Tal vez, nuestra pertenencia no haga más que, en cierto modo,
arrancarnos de la pertenencia de nosotros mismos, no haga sino por
despersonalizarnos, por borrarnos y dejarnos perdidos como parte de un todo,
sin ser parte de un uno.
Y ahora, al escribir, le cuesta
imaginar lo que es la patria más allá de su gente y lo que es esta más allá de
aquellos que conocemos, le cuesta aceptar que existe un carácter especial entre
los que ha considerado suyos por un criterio arbitrario y una cultura
compartida, por las mismas mentiras asumidas mientras cierra los ojos y se deja
transportar por una música extraña a aquestos; procedente de una cultura lejana,
written in English. Et elle porte du rouge à lèvres, alea jacta
est.
Oph**
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