Ya no huele a perfume barato ni a tabaco, ya no estamos ni
borrachos, ahora tal vez sólo escuchamos aunque aún esto me cuesta creerlo. Debe
tenerse mucha fe en la humanidad para seguir componiendo de esta forma.
Ya no tenemos nada que aparentar, es probable que ya no
queramos ser nada diferente de lo que ya somos, incluso si queremos ser
nosotros mismos es muy bajito para ser muy alto todos los demás, es probable
que ya no queramos ser más que anónimos, como si ya nos hubiéramos muerto, como
si lo hubiéramos hecho del todo y ni tan siquiera nos recordaran, como si ya
hubieran desaparecido las flores después de secas. Hay que tener mucha fe en la
humanidad para pedirnos que cerremos los ojos para acoger una canción.
A penas carmín, a
penas tacones, nadie sabe ya de la generación Beat, ya nadie sale a buscarse no
van tampoco a buscar a otros, tal vez con temor de encontrarse, de no poder no
ser una vez se haberse mirado a los ojos, una vez de haber recogido un corazón,
de haber robado a un alma. Escuchamos, si es que es eso lo que hacemos, sin
movernos del sitio, suena una bossa nova grunge. Hay que tener mucha fe en la
humanidad para llevar sombrero en interiores, una fe de la que a mí no me
queda, de la que tal vez no tuve nunca, aunque siempre dije tener.
La doctrina es hoy ser uno mismo –pasaron de moda la bondad
y la humildad, aunque me cuesta creer que los sabios de aquel entonces la
encontraran vacua y este sea su legado-, quererse a sí e incluso celebrarlo,
sí, eso, celebrar siempre y sonreír, una alegría a prueba de todo, ni si quiera
han oído hablar de plenitud.
No sé si a veces les pasa, que oyen tanto que no pueden
escucharse a sí mismos; tal vez no se hayan dado cuenta, pero eso es lo que son
entonces. Y probablemente a estas alturas ya sepan que no son nada que otros no
les hayan dicho, no les hayan contado, no hayan visto… Aunque nos guste pensar
que nacimos en blanco y que no somos el reflejo de la vida en que sentimos
vivir de prestado, por la que pasamos si acaso de puntillas.
Tal vez lo que hayamos aprendido es que no merece la pena
buscarse, porque no hay nada que encontrar, que lo único que podemos hacer es
elegir, y tal vez ni tan si quiera eso. También hay que tener mucha fe en la
humanidad para pensar en esto, pero claro, esa es una fe diferente, y de esa
tal vez incluso me sobre, aunque nunca antes haya dicho tenerla.
A veces me veo a lo lejos y entonces sé que no entiendo,
entonces si encuentro cómo, contengo la respiración y simplemente rezo por un “último
encuentro”.
Oph