Hacía tiempo que no viajaba sola, como si de la compañía se
llegara antes, y si bien no es así probablemente llegue más lejos, por
importante que sea la soledad y rígidas las vías de este tren del que rara vez
salgo. Pero hoy voy sola en el traqueteo de una mañana púrpura que se
entremezcla con el azul de los que solos me acompañan, y ya que el azul utilizo
no debería importarme añadir que estos y mi reflejo despeinado son aquellos que
me impelen a interrumpir lo único que me acompaña – aun así me escuece - para
rendirme a la soledad de mis propias letras, que no pueden si quiera ser tal, y
siento que en algún punto comparto contigo.
He oído decir, -o tal vez solo he leído- que no hay momento
más triste para el alma que el de las dos luces, sin embargo por vespertina que
sea, me es el de las del alba más inspirador; como un daguerrotipo a la espera
del color, como un enamorado de la psicodelia sordo al color, o ciego a las
estridencias, por exageradas, o por
violentas. Y es que es eso y no otra cosa el alba por comparación al
crepúsculo. El momento de la metamorfosis del que irremediablemente llegará
tarde, la angustia del escarabajo, el sudor del espejo temeroso del contagio.
Sin embargo no genera esto en mi la mañana, tampoco lo hace
la tarde, debe ser todo una distorsión del ánima que el ánimo ha acabado por
trastocarme, pero de un tiempo a esta parte sólo a las luces pálidas y desleídas
puedo callarme las miserias, que por no ser tal no merecen ese título que una
vez más desmerece a quien lo enarbola con enjundia, como etiqueta
descontextualizada, aunque así las sienta.
Aún así plaño esta noche, aunque impelida por esa alba, que “lo
malo del tiempo es que cura las
heridas, y lo bueno de los besos es
que crean adicción”, así que déjense de tanta espera a la sanación, a la
remisión espontánea, que mucho dice esta de la sinceridad de nuestro dolor, de
la escasez de nuestras miserias - que embotan más el alama y el entendimiento
que su presencia, sin ser estas nunca deseables - como mucho tendría que decir
Zweig de la pureza de nuestra alma, y acompañen, que “hay veces que no se puede
curar, pero sí se puede acompañar, y eso es tan importante como curar” con
besos y si no tienen nada mejor, con versos.
Oph*
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