Si Dulcinea pudiera decir, y
téngase en mente que tanto o tan poco pudiere como cualquiera de vuesas mercedes,
estoy segura que aun en su espíritu virtuoso y noble no diría sino estruendosa
carcajada apuntando a todos aquellos que de su existencia se burlan sin conocer
la naturaleza de la suya misma, o más bien, la de aquellos que se jactan de
conocer. ¡Vive Dios!, que de esta nada
difieren y que es sólo loco aquel que no sea capaz de representarse como
contingente su propia experiencia.
Tiene por ello gracia que
justamente tú te empeñes en llamarme Dulcinea, tú que nada pareces saber de mí,
porque si lo supieras no hubieras escogido este apelativo, y por ello mismo no
puede haber sido más acertado.
“En cada error hay una realidad
que por serlo es cierta”.
Claro que soy consciente de que
pongo a Cervantes y al lector por inexistentes, pero temo que si los añado
queden ustedes más confundidos, y yo más inexistente. No quiero ni pensar qué
ocurriría si como para todos existiera también para ella un Lofraso cualquiera.
No se atrevan a pensar por esta humilde elipsis que a tanto llega mi inocencia, solo trato de
hacerme compresible, para ahorrarles trabajo, que ya no aspiro a comprensión
alguna.
A compartir, tal vez a eso aún
aspiro, pero no a que me compartas, claro, a que te compartas, únicamente
conmigo, sin yo compartirte con nadie, que de tanto compartir acabarías por
romperte y si bien eso no me gustaría, temo aun más desaparecer yo de tanto vaivén, o perder alguno de los pedazos ya comprimidos, alguno de esos aun por
comprender.
Aunque alguien se pierda, por si nadie se encuentra.
"Vivirás mientras alguien vea y sienta
Y esto pueda vivir y te dé vida."
Oph*