Sin embargo puede que esta sea la única forma de ser coherente y sobrevivir a este mundo "bicéfalo y misceláneo".
En el dislate entre el querer y el saber querer (lo) a veces se nos cuela un beso de paz, que ahoga el grito, que acalla el llanto como lo haría mano sobre boca, labio sobre labio.
- Escucha, aun te late el corazón, aun está vivo, pero hay que dejar de gritar, que así no me oyes las caricias.
A veces entre el beso y el grito se cuela un silencio, frío como una bofetada, y entonces, claro, no se escuchan corazones y no se sabe si mueren o respiran.
A veces entre el delirio de un silencio ensordecedor y una bofetada callada se nos cuela una incomprensión ya hecha cenizas.
A veces, entre las cenizas y el silencio se acaba el beso. A veces entonces respiramos.
Oph.