“-I’d
prefer the world not to end. Wouldn’t you?
-Probably”
“Esto no es un corazón roto”, es un corazón herido, como se
hiere el papel con los trazos del bolígrafo, es un corazón sobreescrito,
marcado, aunque ahora haya secado la tinta.
“There’s a
poetry in small spaces, isn’t there? Confinement can be utterly beautiful, but
only if it’s a matter of choice”
“Esto no es un corazón roto”, es un corazón liberado. Él
está en todas partes aunque yo haya decidido que es momento de irme, y eso está
bien. Es natural, está como están las perchas y las lavadoras en la casa y en
el aire, y nadie levanta la ceja cuando se lo cruza por la casa en un libro o
en una postal, porque ahí está, aunque ya no se le espere. Y es que ese ha sido
el único y rápido reajuste, como un corte rápido y certero al cordón umbilical,
uno que daba dos vueltas. Sí, les juro que me he repasado el cuerpo y no queda
un solo cable que nos ate, pero no estoy sola, simplemente suelta, aunque desde
el principio era yo quien agarraba. Y a veces la liberación es un insulto.
“Esto no es un corazón roto”, solo un corazón confuso de
encontrarse de nuevo no sabiendo amar, y lo que tal vez sea peor, no
deseándolo. Tú tampoco amabas, eso lo sabemos los dos, pero aún así te parecía
suficiente. La fuente epistémica es contingente en el amor, y en cualquier caso
nunca suficiente, balbuceo entre la confusión del adiós. Pero esa herida ya la
conocía, esa solo la sobreescribes.
“Esto no es un corazón roto”, es solamente un corazón
despeinado en las idas y venidas. Más bien un corazón en venida. Ven-ida, y ahí
es a donde voy un poco contrariada. Como si hubiera alguna otra opción.
“Esto no es un corazón roto”.
Oph